viernes, 22 de abril de 2022

Lanzones

 


E
xiste una leyenda que cuenta que un dragón custodiaba la fuente de agua de un pueblo. Para permitir que les dejasen proveerse agua, los vecinos le entregaban a aquel monstruo animales de granja a modo de sacrificio, pero llegó un día en el que el ganado se terminó y el sacrificio pasó a ser humano.  Hasta que le llegó el turno de tener que sacrificar a la princesa.  Los intentos desesperados de su padre, el monarca, por tratar de evitar la muerte de su hija no sirvieron para nada. Cuando estaba a punto de ser comida por la bestia apareció san Jorge sobre un caballo para matar al dragón, lo que hizo que los vecinos, todos paganos, se convirtieran al Cristianismo. Otra leyenda cuenta la ayuda que san Jorge proporcionó a las tropas de Pedro I de Aragón en 1096 con la ayuda de castellanos durante la batalla de Alcoraz, llevada a cabo en las cercanías de Huesca contra las tropas de Al-Musta'in II  en su avance desde Zaragoza. San Jorge, que tenía el poder de bilocación (cuentan que al mismo tiempo estaba en Antioquía luchando contra los musulmanes) en un momento dado apareció en escena (como el gato de Schrödinger) y dio el triunfo de la batalla al rey aragonés. Y cuando se aprobó la Constitución de 1978 y se crearon las actuales 17 autonomías, a los próceres aragoneses se les ocurrió que san Jorge podría ser el patrón de Aragón y celebrar su festividad el 23 de abril en todo el territorio regional. La fiesta catalana de la Diada de sant Jordi, la fiesta del libro y la rosa se trasladaba a Aragón por todo lo alto. Y se inventó también un postre: el lanzón. El confitero Amadeo Babot y el comerciante Ángel Sanjosé,  pretendiendo hacer un referente repostero de esa señalada fecha, idearon una especie de pastel a base de nata, bizcocho, yema tostada, crocante de almendras, turrón de Jijona y un toque de Licor 43, que lleva superpuesto como adorno un escudo de chocolate, una bandera de Aragón de papel y un cachirulo de tela. En “Historia del lanzón” (In púribus, 23/04/2017) servidor de ustedes contaba en breves trazos cómo se fraguó la idea de confeccionar un pastel típico para ese día, basándome en el discurso pronunciado por Francisco Bentué Sauras con motivo de su ingreso en la Academia Aragonesa de Gastronomía (“La confitería-pastelería en general y las desaparecidas en Zaragoza”. Año 2002. “Cuadernos de Aragón”, número 42. Institución Fernando el Católico. DPZ). Lanzón, según el Diccionario de la RAE, es una “lanza corta y gruesa con un rejón de hierro ancho y grande que solían usar los guardas de las viñas”. Vamos, como aquellos chuzos de moharra ancha y fuerte que a los antiguos serenos les servía de defensa. Era lo más parecido a los venablos, aunque más pesados, muy utilizados en montería. Diego Montes, en “Instrucción y regimiento de guerra” (1537) dice lo siguiente refiriéndose al lanzón: “Las lanças de ristre no se pueden aprovechar d’ellas mas de un encuentro […] y por esto la gente d’armas quando entra en una batalla llevan sus lanzones en la mano de la rienda, los que son pláticos en la guerra, para que después de rompidas las lanças hieren con aquellos a los enemigos a distro y siniestro y hacen la guerra como buenos caballeros, pláticos en la guerra y llevan assimesmo sus maças y martillos y estoques y espadas y dagas. Mas d’estas armas poco se sirven en la guerra, y de los mas que se sirven y se aprovechan es de la lança de ristre y del lançon”. De hecho, era la típica arma, tan temida por los franceses, que se usaba para la caza del jabalí a caballo, aparte de la lanza.

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