Hoy, al mirar la hoja de calendario, he podido comprobar que la Iglesia católica celebra la festividad de san Agatópodo, nombre que no había escuchado nunca. He consultado los datos del Instituto Nacional de Estadística y parece ser que no consta tal nombre en España, o hay menos de 5 en cada región. Por lo que he podido comprobar, san Agatópodo fue un mártir en Antioquía en tiempos del emperador Maximiliano, que terminó sus días atado al mar con una piedra atada al cuello por orden del prefecto Faustino. Habría que repasar los registros del Ayuntamiento de Huerta del Rey, en la provincia de Burgos donde, según el Libro Guiness de los Récords, es la localidad con mayor número de habitantes con nombres raros. Esa tradición empezó a principios del siglo XX, una época donde gran parte de los habitantes de los pueblos eran familia, compartían apellidos y solían ser bautizados con el nombre del día. Como consecuencia de que muchos vecinos conllevaban los mismos nombres y apellidos, el secretario de ese municipio, Adolfo Moreno Díez, propuso cambiar esa vieja tradición por el Martirologio Romano. Aquella propuesta cuajó entre los vecinos y se mantuvo hasta los años 30.
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