lunes, 17 de abril de 2023

Secaño

 

Leo con asombro en El Correo de Andalucía que Moreno Bonilla,  presidente de la Junta, “pide al Gobierno obras hidráulicas contra la sequía, cerca o lejos de Doñana”. Si, parece ser que el secaño es grande en esa región, con solo comprobar  lo que se van a beber durante la Feria de Abril en Sevilla, según cálculos de Antonio Burgos en su artículo “Elogio de la papa simpática”, en el diario ABC, tanto por parte de los sevillanos como de los visitantes en las 1.078 casetas de particulares y de peñas, al margen de las litronas de los alrededores, más difíciles de determinar por no existir estadísticas fiables. Pues bien, según las cuentas de ese articulista (que deben ser como las de El Gran Capitán) se estima que se van a beber un millón de litros de cerveza, “lo que supone una media de unas 529.100 cañas cada día, que sumaría alrededor de 3.700.000 de cañas durante toda la Feria. Se repartirá entre las casetas un total 1.950 botelleros, 1.308 instalaciones de barril y 2.200 mostradores que ocupan casi 5 kilómetros, el equivalente a una trastienda que fuese desde el Puente del Alamillo hasta la Avenida de la Raza. Y no se queda atrás la manzanilla de Sanlúcar. Según César Saldaña, presidente del Consejo Regulador de las Denominaciones de Origen Jerez-Xérès-Sherry y Manzanilla-Sanlúcar de Barrameda, “en la Feria se van a beber 1,5 millones de medias botellas. Que es la proporción exacta en que debe ser servido el oro líquido sanluqueño: la media botella. La media botella tiene una capacidad de 375 ml, lo que equivale a unas seis copitas. Dicen que la media botella tiene un tamaño óptimo para que el vino no se caliente. Y teniendo en cuenta que Sevilla alcanza casi los 700.000 habitantes, resulta que cabemos a dos medias botellas de manzanilla por cabeza”. Si doy esos datos por aceptables, ni en Sevilla falta cerveza ni falta manzanilla ni falta agua de boca. Otra cosa es que las Marismas del Guadalquivir, donde se encuentra el Coto de Doñana, se estén secando como el agua de un charco. Más preocupado debería estar el norte de Córdoba, que afecta a muchos municipios y a una población aproximada de 800.000 vecinos y que la Consejería de Salud y Consumo de la Junta ha declarado como “no apta” por tener valores superiores a los normales  de carbono orgánico total, sobre todo en la comarca de Los Pedroches por la escasez de agua en el embalse de Sierra Boyera. Comprendo que las Confederaciones Hidrográficas están gestionadas por el Estado y adscritas al Ministerio para la Transación Ecológica como organismo autónomo dependiente de la Secretaría de Estado de Medio Ambiente, pero la Junta si debe velar para que se proceda al cierre y sellado de todos los pozos ilegales que existen en el entono de Doñana. La comisión Europea, consciente del problema existente en la zona, ofrecía ayuda económica a través del Mecanismo de Recuperación y Resiliencia. Según un informe del Ministerio, "el deterioro de amplias zonas del territorio de Doñana se debe a la intensificación de la acción humana en su entorno. En los últimos veinticinco años, hemos asistido –según señala el informe- a un gran crecimiento de la agricultura intensiva en la periferia del Parque Nacional, basada en extracciones del acuífero de Doñana. Se ha formado una franja de orientación Suroeste-Noreste con una anchura de entre 5 y 10 kilómetros, que bordea los límites del Espacio Natural con descensos crecientes en los niveles de las aguas subterráneas". Además de todo ello, Matalascañas también se abastece de aguas subterráneas de los humedales. Recordemos que las Marismas, que se inundan con aguas superficiales, perdió, según el Ministerio, la mayor parte de su aportación natural, aclarando que "antes de la creación del Parque Nacional: en los años sesenta sufrió la amputación del Río Guadiamar, desviado directamente al estuario del Guadalquivir para facilitar la planeada desecación de la marisma para su posterior transformación agraria". Pero Moreno Bonilla mira para otro lado y se empecina en defender los acuíferos ilegales por conseguir para su partido político un puñado de votos. Así, mal vamos.

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