miércoles, 12 de abril de 2023

Sobre las propinas

 

Hace unos meses, la Consejería de Economía y Hacienda de la Comunidad de Madrid lanzó un mensaje invitando a los clientes de bares, restaurantes y hoteles a dejar propina a los camareros y señalaba aquella curiosa recomendación que “es el extra que les permite alcanzar sus ilusiones”. A mi entender, a Isabel Díaz Ayuso ·”le falta -como dicen en mi pueblo- una regadura”. Yo no sé a qué ”sueños” se refiere la presidenta de la Comunidad de Madrid, si a que el camarero pueda comprarse un utilitario, ir de vacaciones, o hacerse socio de una piscina. Soy consciente de que todos los ciudadanos merecemos ser más felices y darnos un capricho alguna vez en la vida. Pero la felicidad de ese camarero, si acaso, consiste en recibir mejores salarios por parte del dueño del establecimiento donde presta sus servicios y, además de ello, que el camarero sepa a qué hora entra y a qué hora termina su jornada de trabajo por cuestiones tan importantes como es la conciliación familiar. Eso de las propinas es propio de Estados Unidos, donde se acepta por parte del cliente el incremento de un 10 o de un 15 por ciento del importe de la consumición con mansedumbre y como algo obligatorio, cuando no lo es. España es un país de servicios donde el turismo constituye la principal fuente de riqueza. Pero cuando a un empresario de la Hostelería no le salen las cuentas de su negocio, o pagar a los camareros con la dignidad que éstos merecen, lo mejor que debe hacer es cerrar la persiana y dedicarse a otra cosa. Al cliente no se le debe “invitar” a que deje propina al camarero ni tiene obligación de hacerlo. ¡Hasta ahí podríamos llegar! El cliente, consume, paga la cuenta y se marcha. Ni el cliente debe subvencionar al empresario ni el camarero debe recibir dinero en negro. Ya puestos, que nos pasen el cepillo, como hacen los monaguillos en las iglesias, cuando nos sentamos en velador. Esto es de locos. Mejor dicho, esto es de frescos empresarios con cara de hormigón armado que apuestan por la remuneración combinada. Y todavía dicen esos miserables que no encuentran camareros para su negocio. Lo cierto es que las asociaciones de consumidores de toda España siempre se han mostrado muy críticas con la cultura de la propina al considerar que la existencia de nóminas y salarios adecuados, además de los convenios colectivos correspondientes, deben ser ya suficiente garantía para ofrecer el servicio correcto. Marta Corral explica en El Español un caso de libro que resumo: una camarera estaba sirviendo a una mesa de cuatro personas que pidió tres entrantes y un chuletón para compartir. Los comensales preguntaron que les asesorase sobre un vino que maridase con la carne y ella les ofreció tres diferentes: un Rioja y un Ribera del Duero con un precio de 50 euros cada uno y un vino de Toro que ascendía a 110 euros la botella. De entre los tres, la camarera recomendó el  último. Los comensales aceptaron sin que la camarera les avisara de su precio. A la hora de pagar la cuenta, a los cuatro comensales les pareció excesivo el precio de la botella. La camarera se lo explicó a su jefe y éste delegó en el encargado. Esos miserables tipos siempre delegan en el subordinado para no dar la cara. Tras ardua negociación, los clientes no pagaron la botella. El encargado la descontó del total de la cuenta a los clientes con el rumbo de un macarra de salón de billares. Todo parecía zanjado. Pero no fue así. La sorpresa para la camarera llegó el día de reparto de propinas. Fue entonces cuando aquel encargado le recordó a la camarera que tenía pendiente el pago de la botella. Y se  la descontaron de aquel reparto de dinero negro. De cualquier manera, cuando cuatro comensales piden un chuletón “para repartir” ya empezamos mal, o a mí así me lo parece.

No hay comentarios: