sábado, 8 de abril de 2023

Garmendia en el recuerdo

 


José Antonio Garmendia, sevillano de nación y gracioso a más no poder, dejó escrito en “La taberna del Traga”  (según refería Antonio Burgos en el prólogo del libro) que "El Brillantina se murió en inglés y quería pedirle un taxi en la feria a la mujer de Franco, a Carmen Polo, para que no volviera andando al Alcázar por la calle San Fernando". Un poco más adelante, también en el prólogo, Burgos declara no conocer el segundo apellido de Garmendia. Pues hombre, cuando se le hace un prólogo a un un autor, lo menos que se le puede pedir al que hace los elogios del libro es que sepa su nombre completo. Lo demás se dará por añadidura. No pasa nada, ya se lo aclaro yo: Gil. Burgos, digo, se justificaba diciendo que él no era de la Social para ir pidiendo el carné.
Pero sí recordaba a Serafín Méndez, que tenía la tienda de motos Riamen y “que se mató el pobre en una de ellas echando carreras frente al Puesto de los Monos, que es sitio de echar carreras”. Aquella galería de personajes raros le sirvió a Garmendia para construir su relato: Beni Garret, "el vocalista que sólo cantó en público el día que hizo el examen para sacar el carné de artista del Sindicato"; el Loqui de Triana, "que le pedía al señorito don Joaquín que le diera otra patada, que aquella le había sabido a poco"; el Vinagre, el Sanlúcar, el Rubio, el Cojito Peroche… Es larga la lista. A propósito de Beni y de Cojito Peroche, cuenta Garmendia en su libro lo siguiente: “Paseaban los dos compadres por las calles de Cádiz, cuando acertaron a pasar por la casa natal del ínclito don José María Pemán, en cuya fachada luce una placa de bronce con la siguiente leyenda:

“En esta casa nació el año del Señor de mil ochocientos noventa y ocho José María Pemán Pemartín, hijo predilecto de Cádiz, gloria de las letras hispanas, iluminado poeta, comediógrafo, novelista, articulista, conferenciante y académico, profundo humanista al que nada le fue ajeno, siempre vivo testimonio de la grandeza de la literatura de todas las Españas. Dios le guarde”.

El Beni, tras leer detenidamente el texto le hizo a Cojito Peroche la siguiente pregunta: “Si de este tío al que no conoce casi nadie han escrito esta cosa, ¿qué van a escribir en la puerta de mi casa cuando yo me muera?”, a lo que Cojito Peroche le contestó sin mover una ceja: “Se vende”.

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