lunes, 24 de abril de 2023

Subir el listón

 

Sevilla es una ciudad turística. Nadie lo pone en duda. Y los turistas, cuando llegan, lo primero que hacen es buscar un sitio para pernoctar y un lugar para comer. Pero no todos los turistas, que a mí me conste, se alojan en establecimientos de cinco estrellas ni comen en restaurantes de cinco tenedores por su alto precio. Hoy leo en el diario ABC lo que cuenta un columnista habitual sobre el que prefiero no dar su nombre por razones que no vienen al caso. Y ese columnista, que confunde los orzuelos con los defectos del paisaje, cuenta algo  referido a esos hoteles de lujo: “Se ha rebajado el listón –señala- por lo visto, y mientras que antes las cinco estrellas suponían un hotel de gran lujo, del “Alfonso XIII” para arriba, ahora a cualquiera de medio pelo le conceden esos cinco soles. Las habitaciones no son tan grandes como antes, los salones no tienen aquel empaque, quizá no tienen ni restaurante propio, más que salón de desayunos..., de autoservicio. Pero de esos hoteles sale un personal chungo que…”.  A renglón seguido, ese columnista que pareciese llevar el oro pegado al culo,,  indica que “Sevilla debería preocuparse de traer turistas de cinco estrellas, que son los que dejan dinero, en vez de visitantes de mochila y chancleta, que se toman un helado sentados en las gradas de la Catedral, o una paella prefabricada en lo más baratito que encuentran en Mateos Gago. Tenemos un turismo barato que mira mucho las cartas que los restaurantes cuelgan en la calle. Pero no por lo que vayan a poder tomar, sino para mirar los precios. Más que tirar los precios, como se están tirando, Sevilla debía orientar su turismo hacia el verdadero lujo. Menos vuelos ‘low cost’ y preocuparse de que haya esos vuelos directos con Estados Unidos, con Nueva York, Miami o Atlanta. Y esos otros vuelos de las grandes compañías que vengan directamente desde los grandes nudos de comunicaciones aéreas de Europa, como Amsterdam o Frankfurt. Ah, y no vuelos de bajo coste, sino con muchas butacas en primera clase, que son los que traen el turismo caro que nos interesa. Y aquí, en vez de tanta tienda de camisetas sobre la siesta y de imanes para la nevera con una flamenca, preocuparse de que haya una Milla de Oro como en su momento pudo ser la Plaza Nueva, donde estén las tiendas de las grandes firmas internacionales de moda, y no las franquicias que se encuentran repetidas en todas las ciudades. Y nos harían falta grandes restaurantes refinados con estrellas Michelín, en vez de tanto bar con veladores en la calle y menú barato del día”. El columnista en cuestión que, por cierto, pareciera que fuese el delegado de las cervezas Cruzcampo  para la zona Sur por cómo defiende esa marca que, por cierto, ya no es andaluza sino propiedad de la holandesa Heineken Internacional (con 165 fábricas en 70 países), no cae en la cuenta de que ese turismo de camiseta y mochila -como él señala de forma despectiva-  es el que deja dinero en Sevilla, el que trabaja en una fábrica europea (de las que se carece en una Andalucía más propensa a los factos, a los faralaes y a los rebujitos que a la eficacia del currelo) el que alegra sus calles y llena las cajas registradoras. ¿Acaso el dinero de la clase trabajadora carece de valor legal? Los ricos, para que se vaya enterando ese idiota, no gastan un céntimo de euro. Por eso son ricos.

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