sábado, 29 de abril de 2023

Elogio de la cocina económica

 


No sé si a ustedes les pasará, pero yo estoy convencido de que antes las comidas sabían diferente. La cocina era como el cuarto de estar de los pobres. Sentado en una silla escuchaba la radio mientras esperaba la hora de la cena. Hace unos días, mi hijo me devolvió una cafetera de esas que llaman italianas, que yo le había comprado tiempo atrás, por su falta de uso. Se compró una de esas máquinas de cápsulas y arrinconó para siempre la que le había regalado. Me la trajo a mi casa desde Madrid, en uno de sus viajes semanales, por si algún día le daba una nueva vida. Pero mi sorpresa llegó cuando mi mujer me dijo que no podía utilizarla, que producía no sé qué brillos a la vitrocerámica que difícilmente desaparecían con el milagroso “vitroclén”. Con las mismas, decidí dejarla en una estantería con la esperanza de que algún día volviéramos a las cocinas económicas, o adquiriese un infiernillo de resistencias. Antes las comidas sabían diferente porque la lumbre producía un aroma distinto a los guisos. Con la vitrocerámica también me han prohibido hacer arroz en tartera de barro. Y la paella no sabe igual que antes, ni las gambas al ajillo, ni los riñones al jerez, ni el puchero con sopas de ajo, ni… Mejor no sigo. No cabe duda de que aquellas tarteras de barro conservaban mejor el calor del guiso y el sabor de las comidas. La modernidad está reñida con lo la comida y eso ha hecho que perdamos calidad de vida. Aquella cocina económica también daba calor a un termo mediante unos tubos de agua. Tanto es así que el día que en casa cambiaron a la cocina de butano me vi obligado a comprar un termo eléctrico. No, nada fue igual. Por otro lado, aquello del gas, que parecía limpio, dejaba una grasilla desesperante. Más tarde, con la reforma, pasamos a la vitrocerámica, tuvimos que comprar cazuelas y sartenes nuevas adaptadas para ese uso y desechar  todas las antiguas. Tampoco me apeteció seguir en la cocina, apoyado en la mesa, escuchando en la SER “La hora veinticinco” desde que murió Carlos Llamas. Una pena. Volverán las oscuras golondrinas, como dice la Rima LIII de Bécquer, pero la cocina económica, esa… ¡no volverá!

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