La situación actual en la que se
encuentra el Partido Popular es esperpéntica. De Guindos vuela por ahí, ora a
Alemania, ora a Francia, con la cartera negra de piel de Ubrique llena de aire.
Ahora resulta que lo de Bankia es cosa menor si se compara con los 42.000
millones que debe Cataluña, de los que necesita 5.000 millones ya para hacer
frente a los más diversos pagos. ¿Se acuerdan del pobre Ullastres, aquel
ministro de Comercio llamando a las puertas de Europa con la peregrina pretensión
de que Europa entrara en España? Pues bien, ahora Alfonso Alonso, portavoz del grupo popular en
el Congreso ha pedido a todos los diputados de su partido que “no se marchen
muy lejos” estas vacaciones. Lagarto, lagarto. La actual situación, rayana en
la astracanada, me recuerda un incidente entre el alcalde de El Ronquillo y el
concejal Javier Gordo Vázquez, en el Pleno Extraordinario del 11 de agosto de
1975. Resulta que el concejal Javier Gordo Vázquez se opuso a la aprobación del
acta por parecerle excesivos los gastos de representación y la declaración de
urgencia de determinadas obras que estaban terminadas desde hacía dos años,
presentados por Francisco Senín Fal, el alcalde. Consistían tales “bufandas” en
diversas y muy copiosas comidas celebradas en el Restaurante Curro, propiedad
de Senín. El concejal pidió al secretario que hiciera constar en acta lo que él
exponía. Entonces Senín, de muy malos modos contestó: “En el acta figura lo que
a mí me dé la gana, que para eso soy el alcalde”. Al insistir Gordo sobre ésta y otras irregularidades
económicas, Senín, sin poder contener la ira, añadió: “Tú eres un comunista y
ahora mismo te voy a meter en la cárcel”, sin que Gordo pudiese intervenir de
nuevo. Dicho eso, suspendió la sesión para avisar al sargento de la Guardia Civil, que se presentó
de inmediato en el Ayuntamiento. Senín, entonces, le invitó a sentarse con
estas palabras: “Siéntese usted aquí, por si tengo que meter a alguien entre
rejas”. Alfonso Alonso, que es lo más parecido al superior de un convento,
intenta mantener compacta dentro del redil la “mayoría absoluta”, esa “disciplina
de partido” hecha carne que habita entre nosotros y que actúa al servicio de un
ente volátil con pusilánime cabeza pensante sobre los hombros y los pies sobre
una nube. “No se marchen muy lejos -ha sugerido Alfonso Alonso a sus señorías-,
por si tengo que llamar al sargento de la Guardia Civil”, como hizo en su
día el alcalde de El Ronquillo.
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