Encuentro correcto que la Comisión Nacional
de la Competencia
multe a la SGAE,
ese caimán con chaleco de moaré, por cobrar tarifas abusivas en la BBC, o sea, en bodas, bautizos
y comuniones. No es de recibo que unos novios, que se acaban de gastar un
pastón en un banquete, cuando mejor se lo están pasando por haber contratado a
un cantante imitador de Rafael Conde, es decir, de El Titi, reciban la visita
de unos “hombres de negro” dispuestos a recaudar por todo el morro, por haberse
cantado “Colorines” y “Libérate” por ese cantante imitador vestido con un traje
ceñido de lunares y sombrero cordobés a lo “Tío Pepe”. Pues nada, la SGAE a su bola. Según las
tarifas vigentes, cobra a los salones por los derechos de música de su
repertorio 1,5 euros por comensal hasta 75 invitados, y 1,3 euros cuando la
boda o celebración tiene más de 75 invitados, con la aplicación de hasta el 15%
de descuento a aquellos locales que están en asociaciones de hostería con las
que la SGAE ha
firmado un convenio. Este es un país donde hasta hace poco tiempo cobraban
derechos de autor los herederos de Pérez Casas por una armonización de la Marcha Real, hasta dejar
zanjado tan vergonzosa circunstancia con el Real Decreto 1560/1997, de 10 de octubre, donde se
obtuvo la adquisición plena por parte
del Estado de los derechos de autor de aquella armonización realizada por Bartolomé
Pérez Casas y revisada por Francisco Grau, coronel director de la Banda de música de la Guardia Real. Se
hicieron algunas correcciones en la partitura. Según consta en ese Real
Decreto, “el himno ha de tener tonalidad de Si b mayor y velocidad negra de 76 pulsaciones
por minuto, con un esquema de AABB y una duración de 52 segundos”. De la letra
mejor no hablemos. Existe una versión de 1927 hecha por Eduardo Marquina, otra
de José María Pemán encargada por Miguel Primo de Rivera en 1928, modificando
el autor gaditano parte de su letra después de la guerra civil y el triunfo de
los fascistas. Así, en el segundo verso, “alzad la frente”, se trocó “alzad los
brazos”, y el décimo verso, “los yunques y las ruedas” fue cambiado por “los
yugos y las flechas”, cántico que sería obligatorio en todas las escuelas
durante el franquismo. Había otra letra del himno aparecida en la Enciclopedia Álvarez
en 1950 donde se exclamaban perlas cultivadas de este tenor: “Fuiste de glorias florido pensil/ hoy
reverdecen a un impulso juvenil/ veinte naciones/ coronan tu sien…etcétera.”.
Desconozco su autoría. Todavía coleó otro proyecto de letra para el himno
nacional en tiempos de José María Aznar, propuesto por Jon Juaristi, Luis
Alberto de Cuenca, Abelardo Linares y Ramiro Fonte, que no cuajó. Y otro más,
propuesto en 2007 por el presidente del Comité Olímpico Español, Alejandro
Blanco. Se eligió, entre las miles presentadas a concurso, la letra de Paulino
Cubero, un parado de Granátula de Calatrava, Ciudad Real, de 52 años. “¡Viva
España!/ Cantemos todos juntos/ con distinta voz/ y un solo corazón…” Vamos,
una filfa. Tampoco salió adelante el proyecto ante las críticas recibidas.
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