Señala J.A.Gundín en La Razón, a propósito del
funcionariado existente en este país, que “lo que procede, es que los gobiernos
autonómicos redecoren con menos escaños sus relamidos parlamentos, que son la
versión pop del viejo casino provincial, cierren al menos un tercio de las
empresas que montaron en plena burbuja y licencien a sus amiguetes con un beso
por mejilla” ¡Ay, si Larra levantase la cabeza! Él se suicidó por Dolores
Armijo y, ahora, los españoles nos suicidamos colectivamente por una tragazón silente
frente a los desatinos históricos de los Tres Poderes: del Ejecutivo, que ha
perdido la brújula de marear en el cometido de sus funciones; del Legislativo,
que legisla con la Ley
del Embudo y que mantiene en los escaños del Congreso a una impresentable
diputada del PP que, ante los recortes anunciados en materia de desempleo, se
ha permitido lanzar un “que se jodan”, que es como el ¡olé! de los aficionados
en la barrera de sombra pero en versión parlamentaria; y del Judicial, que se
caga de miedo ante su obligación ineludible de aplicar justicia, como ha
sucedido con la Sección Segunda de la Audiencia de Palma de
Mallorca al desestimar imputar a Cristina de Borbón (beneficiaria directa del
incremento patrimonial de su marido) en el Caso Nóos, respaldando así las dos
negativas decisiones anteriores del juez instructor Castro ante sendas
peticiones del Sindicato Manos Limpias. También, y a mí que me lo expliquen, la Fiscalía anticorrupción y
la Abogacía
de la Comunidad
Autónoma se habían opuesto a finales de febrero a la
imputación y citación de la hija del Rey. Perdón, se me olvidaba que existe un
Cuarto Poder, o sea, la
Prensa. ¿Qué decir de ella? Pues que, salvo honrosas
excepciones, está pastando en el pesebre del Poder. La razón es simple: ningún
empresario, en los tiempos que corren de sequía publicitaria, desea perder la
sabrosa publicidad institucional. Por estos pagos de charanga y pandereta, del
todo vale y donde “el dinero público no es de nadie”, según afirmaciones de la ministra Magdalena Álvarez, hemos pasado del
“vuelva usted mañana”, del tipo irritable e irritante de manguitos y lapicero
en la oreja, a un hachazo en toda regla al actual señor de la ventanilla, que
es de buen conformar, como usted o como yo. Nuestra situación actual, corrupta
hasta más no poder, es la consecuencia directa de un gasto público desbocado
donde, y sigo refiriéndome a Gundín,
“los culpables no son precisamente los funcionarios, sino otros que han
usurpado sus funciones. O sea, los enchufados y colocados a dedo, o mediante
inverosímiles procedimientos, como empleados públicos por las castas políticas
municipales y autonómicas. Se calcula que un millón de ellos calienta las
sillas de 4.500 empresas públicas, entes oficiales y organismos de variado pelaje”.
Son los mantenidos, una nueva clase social que habita entre nosotros y que hace
no se sabe qué a cambio de estar calladitos y pasar desapercibidos. Son una
especie de asesores del trile y cómplices del fraude mediante el cubilete y la
bolita en calles concurridas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario