Recordaba Antonio Gala en un
artículo, “Welcome to Spain”, que las espadas toledanas solían llevar, grabadas
en su hoja, estas palabras: “No la saques sin razón, / pero después de sacalla,
/ con razón o sin razón, / sostenella y no enmendalla”. Esto viene a cuento con
lo que está pasando hoy en España. El Gobierno que preside Mariano Rajoy se
está equivocando de medio a medio, culpa de los problemas a la herencia recibida y da palos de ciego por
ver si de chiripa corrige la inercia de los mercados. Pero los mercados son
tercos, las leyes se aprueban en la
Cámara en solitario y la ayuda que ofrece Pérez Rubalcaba en momentos de máxima
dificultad es escuchada con desdén desde las filas de la Derecha. En algún sitio he
leído que Rajoy no desea ayudas sino adhesiones inquebrantables. ¿De qué me
suena eso? Caricaturesco panorama se presenta delante de los ojos del sufrido
ciudadano. Estos gobernantes pretenden gravar con un 21% de IVA el material
escolar, los plumieres infantiles, los cuadernos de tareas y los lapicillos de
colores. Y Wert sonriendo por haberse conocido. El escalofrío que produce el
níquel (no sé si los euros son de níquel) no es nada comparable con la angustia
que supone su ausencia. El Gobierno ha conseguido, eso sí, lo que no pudieron
los anteriores por más que lo intentaron, es decir, arruinar al pueblo a costa
del Estado. Me produce carcajadas que el Rey, viniéndose arriba como los
toreros de postín, se rebaje un 7’1% de su sueldo y el Heredero algo menos.
¡Pero si no se rascan el bolsillo ni con dinero del “monopoly”! Es un gesto,
por decir algo. Bueno, puestos a hacer gestos, que no se vaya de veraneo a Mallorca
mientras la prima de riesgo supere los 600 puntos y mientras sigan vivas las
protestas ciudadanas recorriendo las calles de todas las ciudades. Navegar por
las costas mallorquinas a bordo de un yate que pertenece a Patrimonio y que, en
consecuencia, es el pueblo el que corre con todos los gastos, no es buena idea
en tiempos de recesión, paro creciente y miseria colectiva galopante. Aquí, si
no se cambia el rumbo político, pronto no habrá otra barca en el horizonte de
la clase media que la de Caronte. Las cosas se saben cómo empiezan. Nunca cómo
terminan. De eso supo algo Alfonso de Borbón y Habsburgo-Lorena. Sostenella y no enmendalla, como hace ahora el
Gobierno, escudándose tras el decorado de una mayoría absoluta de 180 diputados,
suele acabar mal, muy mal, cuando el encargado de la tramoya, en este caso
Rajoy, no está preparado para hacer bajar sobre el escenario y con la ayuda de
una grúa y unas cuerdas al “deus ex machina” que resuelva su peliagudo nudo
gordiano.
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