domingo, 8 de julio de 2012

Horarios comerciales



A mí no me parece que la liberación horaria de los comercios, en general, perjudique al pequeño tendero de barrio. Lo bueno sería que estuvieran abiertos día y noche las estafetas de Correos, cines, restoranes,  grandes almacenes,  iglesias, el servicio de metro, el parque de El Retiro, las visitas a los museos, etcétera. No es de recibo, por ejemplo, que la zaragozana comisaría de Arrabal se cierre a las diez de la noche por causas que desconozco; como no lo es,  tampoco, que los trenes del AVE sólo circule de día,  que en determinados hospitales públicos sólo se opere por la mañana, o que la oficina de farmacia de guardia nocturna esté situada en la quinta puñeta. Es falso, a mi entender, suponer de antemano que la ampliación de horarios en los grandes comercios vaya en contra de las modestas tiendas. ¿Alguien pone trabas al libre horario comercial de los negocios de bazares chinos establecidos en España? ¿Alguien encuentra impedimentos en los horarios de apertura y cierre de los pequeños colmados de barrio? El comercio debe ser dinámico. En los negocios, el sol sale para todos.  Cosa  distinta es que los competidores ineficientes, que tanto protestan ante la liberación de horarios mercantiles, se arruinen por no ser competitivos o por una falta de profesionalidad manifiesta. Pasaron, afortunadamente, los oscuros tiempos del fascismo en los que existió una presión al Estado desde la Conferencia Episcopal que obligaba al  “descanso dominical” e incluso consideraba como pecadores  a aquellos trabajador agrícolas que se atareaban en “fiesta de guardar”  más de dos horas sin permiso expreso del párroco. Incluso conozco pueblos  donde la Guardia Civil impuso multas por realizar dichas faenas en domingo. Pero en aquella España franquista hubo algo peor: el Concordato Iglesia-Estado obligaba a que fuesen inhábiles y de obligado cumplimiento determinadas festividades religiosas (la Ascensión, el Corpus, San José. etc.), que había que recuperar durante los días siguientes en todos los centros de trabajo. De hecho, en los calendarios laborales sellados por las delegaciones de Trabajo estaban pintados en azul o rojo los días festivos, como aviso a los trabajadores si tales fechas eran “recuperables” o “no recuperables”. Incluso había una, Jueves Santo, coloreada en dos tonalidades,  que equivalía a cesar en las faenas a las dos de la tarde. Y resultó que algunos cicateros empresarios de mierda exigían a los subordinados que aquel día de la Semana Santa se acudiese un tiempo antes a los tajos para que, de aquella manera, pudieran bajar la persiana a la hora obligada sin disminuir un ápice el tiempo de producción.

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