A mí no me parece que la
liberación horaria de los comercios, en general, perjudique al pequeño tendero
de barrio. Lo bueno sería que estuvieran abiertos día y noche las estafetas de
Correos, cines, restoranes, grandes
almacenes, iglesias, el servicio de
metro, el parque de El Retiro, las visitas a los museos, etcétera. No es de
recibo, por ejemplo, que la zaragozana comisaría de Arrabal se cierre a las
diez de la noche por causas que desconozco; como no lo es, tampoco, que los trenes del AVE sólo circule
de día, que en determinados hospitales
públicos sólo se opere por la mañana, o que la oficina de farmacia de guardia
nocturna esté situada en la quinta puñeta. Es falso, a mi entender, suponer de
antemano que la ampliación de horarios en los grandes comercios vaya en contra
de las modestas tiendas. ¿Alguien pone trabas al libre horario comercial de los
negocios de bazares chinos establecidos en España? ¿Alguien encuentra
impedimentos en los horarios de apertura y cierre de los pequeños colmados de
barrio? El comercio debe ser dinámico. En los negocios, el sol sale para
todos. Cosa distinta es que los competidores
ineficientes, que tanto protestan ante la liberación de horarios mercantiles,
se arruinen por no ser competitivos o por una falta de profesionalidad
manifiesta. Pasaron, afortunadamente, los oscuros tiempos del fascismo en los
que existió una presión al Estado desde la Conferencia Episcopal
que obligaba al “descanso dominical” e
incluso consideraba como pecadores a
aquellos trabajador agrícolas que se atareaban en “fiesta de guardar” más de dos horas sin permiso expreso del
párroco. Incluso conozco pueblos donde la Guardia Civil impuso multas por
realizar dichas faenas en domingo. Pero en aquella España franquista hubo algo
peor: el Concordato Iglesia-Estado obligaba a que fuesen inhábiles y de
obligado cumplimiento determinadas festividades religiosas (la Ascensión, el Corpus,
San José. etc.), que había que recuperar durante los días siguientes en todos
los centros de trabajo. De hecho, en los calendarios laborales sellados por las
delegaciones de Trabajo estaban pintados en azul o rojo los días festivos, como
aviso a los trabajadores si tales fechas eran “recuperables” o “no
recuperables”. Incluso había una, Jueves Santo, coloreada en dos tonalidades, que equivalía a cesar en las faenas a las dos
de la tarde. Y resultó que algunos cicateros empresarios de mierda exigían a
los subordinados que aquel día de la Semana
Santa se acudiese un tiempo antes a los tajos para que, de
aquella manera, pudieran bajar la persiana a la hora obligada sin disminuir un
ápice el tiempo de producción.
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