Si les digo la verdad, a los hombres de negro, a esos “Men in Black” de
los que habla Cristóbal Montoro y que acechan a Rajoy, todavía no los he visto
por la calle. Bueno, me he topado por la zaragozana calle de san Gil con un
grupito de hombres vestidos de negro, pero no eran esos tipos que llevan en la
mano la tijera de Merkel sino unos curas en clerimán asomando por la bocamanga
cuatro dedos de puños de camisa blanca y unos gemelos de muchos quilates. Eran
los hombres de negro de la Prelatura Apostólica de la Pasta Gansa. Ante
ciertas apariciones inesperadas, conviene que tocar madera por si las moscas. Pero
hay otros hombres de negro a los que también convendría mantener a distancia. Ante
su presencia es mejor cambiar de ciudad y, si es posible, hasta de diócesis. Contaba
Manuel del Pozo hace alrededor de diez días en un espléndido artículo en
“Expansión” que “tenemos que evitar caer en las garras de nuestros particulares
hombres de negro. Detectarlos es fácil. Es ese tipejo de la oficina que cuando
vuelves de tus vacaciones en Roma te pregunta si has visitado la iglesia San
Luigi dei Franchesi. Tú caes en su trampa como un bendito y le dices que no,
que has visitado ciento y una iglesias, pero que ésa no. Ya te ha pillado. ‘¡Qué
lástima! –te dice eufórico el tocapelotas de turno– porque es una de las
mejores y cuenta con varias obras maestras de Caravaggio’. En ese momento te
sientes tan gusano que asesinarías hasta al pobre Caravaggio”. Pero este verano
ha aparecido por Zaragoza la mosca negra. Según detalla Antonio Nadal hoy en “El
periódico de Aragón, “debería estar entre nuestras principales preocupaciones,
detrás del paro, la situación económica y los políticos. No es un enemigo
menor, aunque sea pequeño (…) La mosca negra muerde, desgarra la carne y te
envía a urgencias. Libera una sustancia anestésica, un vasodilatador y un
anticoagulante. (…) Te abre la carne, te anestesia para que no te enteres
mientras realiza la operación, te dilata las venas para succionar más sangre e
impide que coagule en el momento de succionarla. Cuando te enteras ya está
hecho el mal”. De Guindos nos dibuja un negro panorama de recesión, un oscuro
túnel donde no se vislumbra el final. La última reforma laboral no produce
datos positivos, con lo que se demuestra que las empresas siguen sin ser
competitivas. El sueño de los empresarios era suprimir la rigidez en los
despidos laborales. Se suponía desde la Patronal, además, que todo marcharía mejor
generalizando los “minijobs”. En su día, el presidente de la Comisión Europea,
Jacques Delors o Felipe González mostraron su apoyo a este tipo de
contratos. Ni por esas. Eurostat es el
espejo en el que nos miramos. Falta el hachazo del IVA para rematar nuestra
situación de ruina.
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