Considero que Carmen Ferreras,
columnista diaria de La Opinión-El Correo
de Zamora, no sabe muy bien lo que significa “pecado de lesa humanidad”,
como lo ha hecho al referirse a Anna
Gabriel. El pecado, que yo sepa, todavía no está tipificado como delito en
el Código Penal. Cosa distinta son los crímenes de lesa humanidad, que sí que
lo están. Pues bien, Ferreras señala hoy en su artículo, “La
metamorfosis”, que Anna Gabriel “se ha quitado el flequillo etarra que no
encajaba con su nuevo estatus, se lo ha puesto de lado, se ha soltado la
melenita consiguiendo una imagen diferente, la de una pijita modosita que
parece no haber roto un plato aunque hace tiempo que se haya cargado la
vajilla. Como que ahora se parece más a Inés
Arrimadas o Andrea Levy. Es lo
que tiene vivir fuera de la tribu”. Lo del “flequillo etarra” también tiene su
gracia. Y, de paso, aconseja al juez Llarena cómo debe ejercitar la mano dura
contra ella. Sigue contando Ferreras: “En su periplo suizo, la cupera está asesorada por un abogado
defensor de terroristas etarras. Amuela comprobar el grado de desconocimiento
de la realidad española que tienen algunos ciudadanos europeos”. Por lo que se
desprende de su escrito, Ferreras no concibe que los etarras pudiesen disponer
en su día de abogado defensor y se hace cruces por el hecho de que Anna Gabriel
haya podido contratar los servicios del letrado que le venga en gana. Como leí
hace ya cuatro años en el blog del Foro por la Memoria de Castilla y León, Eduardo Martín González contaba que “las especialidades de Carmen Ferreras
son el insulto y el doble rasero moral. El insulto, por supuesto, no lo lanza a
la cara sino en la variedad de lanzada a moro muerto, pues es poco probable que
el alcalde de un pueblo andaluz lea una columna de La Opinión-El Correo de Zamora, y menos probable todavía que en el
caso de leerla perdiera su tiempo y su dinero en interponer una querella contra
una señora mayor, aparentemente inofensiva, cuya forma estridente de repetir
consignas generará en lectores desprevenidos la sensación de enfrentarse a
alguien privado de sus facultades mentales”. (…) “Está visto que en la prensa
zamorana no hay término medio: o se hace política de campanario, del tipo de ‘a
ver si desatascan el urinario de la plaza tal’, o se emiten juicios morales
sobre la vida y la muerte de habitantes de partes del mundo que muchos de sus
lectores apenas podrían situar en el mapa”. Entiendo que tanto la Editorial Prensa Ibérica como la
directora de La Opinión-El Correo de
Zamora, Marisol López del Estal, deberían
entender que en periodismo no todo vale. Carmen Ferreras, a mi entender, no da
la talla. Supone Ferreras que, como el toro bravo, el lector se crece con el
castigo que ella receta, con su tralla zamoreando.
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