Aquí la que está de moda es Marta Sánchez, que ha subido la moral
de los españoles con su letra al himno nacional. Ahora lo que conviene es
añadir a los balcones con bandera desde octubre pasado la cara de la cantante.
El toro ya no mola. Esteban González
Pons, eurodiputado, ya propone que Marta Sánchez cante en la final de la
Copa del Rey, para que lloren de patriotismo los sevillanos y se acuerden de la
madre de la artista los catalanes. Jorge
Bezares, en Público, recuerda a Max Pradera en un tuit, donde dice que “el himno de Alemania lleva la música del
compositor Haydn y la letra del
poeta August Heinrich Hoffman von
Fallersleben, y el de España, tras la última intentona de Marta Sánchez, la
música es de un sargento chusquero y la letra de la cantante de Olé Olé”. Hubo un rabo de letras: la de
José María Pemán que decía: “alzad los
brazos hijos del pueblo español que vuelve a resurgir…” y que hizo suya el
franquismo con ciertos arreglos, aunque su composición fuese un encargo del
Directorio de Primo de Rivera a Eduardo Marquina
en 1927 para conmemorar las bodas de plata del Alfonso XIII. Lo cierto es que la Marcha de Granaderos fue compuesta por Manuel
Espinosa de los Monteros en 1770. Ya
antes de ahora, hubo intentos de crear una la letra en 1843 y otro posterior atendiendo
los deseos de Juan Prim, siendo
presidente del Consejo de Ministros. Aquel concurso quedó desierto. Algo que no cabe en cabeza humana es que hasta 1997 se estuviesen pagando derechos de
autor a la familia del militar Bartolomé
Pérez Casas (ese militar chusquero al que hace referencia Max Pradera) por
unos arreglos musicales que había hecho a la partitura en 1908. En la
actualidad, el himno de España ya es propiedad del Estado, tanto en su versión
completa como en su versión breve. Con Aznar
en el Gobierno se hizo otro encargo de
letra a Jon Juaristi, Luis Alberto de
Cuenca, Abelardo Linares y Ramiro
Fonte que no cuajó. Y entre tanta polvareda inútil no podemos olvidar
cuando a Rafa Nadal, en la Copa Davis de 2003, le pusieron el Himno de Riego, adoptado en la
Constitución de 1931 y que, al igual que la bandera tricolor, estuvo vigente en España hasta el final de la
guerra civil. Entiendo que no pasa nada si un himno carece de letra. Lo que ha
hecho ahora Marta Sánchez en el Teatro de
la Zarzuela con ese “vendaval patriotero” que se ha levantado en las filas
del PP y de Ciudadanos, es algo que no pasa de anécdota. Ni estamos en los
tiempos de Torrebruno con una
televisión en blanco y negro ni existe aquel programa, Sabadabadá, donde salía una jovencita cantando a la guitarra “Voy buscando”. La letra de su himno
nacional se le ocurrió a Mata Sánchez en Miami y consta de 14 versos: “Vuelvo a casa, a mi amada tierra, / la que
vio nacer un corazón aquí…”. Se me antoja cursi y hueca. Como dejó
escrito Guillem Martínez i Teruel, “lo
cursi es la caricatura de la clase media. Es la clase media cuando se vuelve majara. Lo cursi es, además reaccionario.
Las clases altas, las bajas y las desclasadas no son, ni pueden ser, cursis.
Poseen una sensibilidad solucionada, no dependen de la opinión de su vecino y,
por todo ello, disponen de una ausencia absoluta de capacidad de ridículo”.
Aquí, ya ven, se arreglan himnos nacionales con la misma facilidad que se recogen
puntos de medias o bajos de pantalones. Lo que todavía desconozco es quién cobrará
los derechos de autor y si regalará la ministra Báñez un disco a cada jubilado cuando le envíe la próxima carta
anunciando la subida del 0’25 por ciento, como hizo el ministro Miguel Sebastián cuando regalaba
bombillas en las estafetas de Correos. A mí nunca me la entregaron, aunque no me importa. Con la intención, basta.
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