martes, 20 de febrero de 2018

Marta Sánchez da la nota





Aquí la que está de moda es Marta Sánchez, que ha subido la moral de los españoles con su letra al himno nacional. Ahora lo que conviene es añadir a los balcones con bandera desde octubre pasado la cara de la cantante. El toro ya no mola. Esteban González Pons, eurodiputado, ya propone que Marta Sánchez cante en la final de la Copa del Rey, para que lloren de patriotismo los sevillanos y se acuerden de la madre de la artista los catalanes. Jorge Bezares, en Público, recuerda a Max Pradera en un tuit, donde dice que “el himno de Alemania lleva la música del compositor Haydn y la letra del poeta August Heinrich Hoffman von Fallersleben, y el de España, tras la última intentona de Marta Sánchez, la música es de un sargento chusquero y la letra de la cantante de Olé Olé”. Hubo un rabo de letras: la de José María Pemán que decía: “alzad los brazos hijos del pueblo español que vuelve a resurgir…” y que hizo suya el franquismo con ciertos arreglos, aunque su composición fuese un encargo del Directorio de  Primo de Rivera a Eduardo Marquina en 1927 para conmemorar las bodas de plata del Alfonso XIII. Lo cierto es que la Marcha de Granaderos fue compuesta por  Manuel Espinosa de los Monteros en 1770.  Ya antes de ahora, hubo intentos de crear una la letra en 1843 y otro posterior atendiendo los deseos de Juan Prim, siendo  presidente del Consejo de Ministros. Aquel concurso quedó desierto.  Algo que no cabe en cabeza humana es que  hasta 1997 se estuviesen pagando derechos de autor a la familia del militar Bartolomé Pérez Casas (ese militar chusquero al que hace referencia Max Pradera) por unos arreglos musicales que había hecho a la partitura en 1908. En la actualidad, el himno de España ya es propiedad del Estado, tanto en su versión completa como en su versión breve. Con Aznar en el  Gobierno se hizo otro encargo de letra a Jon Juaristi, Luis Alberto de Cuenca, Abelardo Linares y Ramiro Fonte que no cuajó. Y entre tanta polvareda inútil no podemos olvidar cuando a Rafa Nadal, en la Copa Davis de 2003, le pusieron el Himno de Riego, adoptado en la Constitución de 1931 y que, al igual que la bandera tricolor,  estuvo vigente en España hasta el final de la guerra civil. Entiendo que no pasa nada si un himno carece de letra. Lo que ha hecho ahora Marta Sánchez en el Teatro de la Zarzuela con ese “vendaval patriotero” que se ha levantado en las filas del PP y de Ciudadanos, es algo que no pasa de anécdota. Ni estamos en los tiempos de Torrebruno con una televisión en blanco y negro ni existe aquel programa, Sabadabadá, donde salía una jovencita cantando a la guitarra “Voy buscando”. La letra de su himno nacional se le ocurrió a Mata Sánchez en Miami y consta de 14 versos: “Vuelvo a casa, a mi amada tierra, / la que vio nacer un corazón aquí…”. Se me antoja cursi y hueca. Como dejó escrito Guillem Martínez i Teruel, “lo cursi es la caricatura de la clase media. Es la clase media cuando se  vuelve majara. Lo cursi es, además reaccionario. Las clases altas, las bajas y las desclasadas no son, ni pueden ser, cursis. Poseen una sensibilidad solucionada, no dependen de la opinión de su vecino y, por todo ello, disponen de una ausencia absoluta de capacidad de ridículo”. Aquí, ya ven, se arreglan himnos nacionales con la misma facilidad que se recogen puntos de medias o bajos de pantalones. Lo que todavía desconozco es quién cobrará los derechos de autor y si regalará la ministra Báñez un disco a cada jubilado cuando le envíe la próxima carta anunciando la subida del 0’25 por ciento, como hizo el ministro Miguel Sebastián cuando regalaba bombillas en las estafetas de Correos. A mí nunca me la entregaron, aunque no me importa. Con la intención, basta.

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