Parece normal que un país, en este caso
España, que apuesta por el turismo masivo, inunde las ciudades de veladores,
bares y hoteles. Los locales, ya se sabe, o están cerrados por aquel “Decreto
Boyer” sobre arrendamientos
urbanos (Decreto
Ley 2/1985, de 30 de abril de medidas de política económica)
que ha terminado para siempre con la “renta antigua” en los locales de negocio,
al permitir que se haya aumentado considerablemente el precio de los alquileres,
o están ocupados por negocios franquiciados que buscan hacerse un hueco en zonas muy
transitadas. Posteriormente a aquella medida auspiciada por el ministro
socialista, que tenía de socialista lo que yo de bombero, hubo varios textos
refundidos. En resumidas cuentas, por no
cansar mucho al lector: a día de hoy, al interpretar los contratos hay que
tener presente siempre esta fecha, 9 de mayo de 1985, pues dependiendo
de la misma, si un arrendamiento es posterior o no, la duración será una u
otra. Precisamente la actual Ley de Arrendamientos Urbanos 29/1994 de 24 de
noviembre, en sus Disposiciones Transitorias divide los contratos en función de
esta trascendental fecha, “contratos de arrendamiento posteriores al 9 de mayo de
1985” en su Disposición Transitoria Primera; “contratos de arrendamiento de
vivienda anteriores al 9 de mayo de 1985” en la Disposición Transitoria Segunda
y “contratos de arrendamiento de local anteriores al 9 de mayo de 1985” en la
Disposición Transitoria Tercera. En consecuencia, a partir del 1 de enero de
2015 bajaron la persiana para siempre muchos establecimientos comerciales,
algunos centenarios que pasaron de pagar una modesta renta de alquiler a
multiplicar, en algunos casos hasta diez veces, su factura. También ha desaparecido
la prórroga forzosa para el arrendador. Algo similar ha sucedido con los
alquileres de viviendas al liberalizarse. No hay día que pase sin que cierre
una tienda “de toda la vida” y se transforme en un establecimiento de fast
food, de
ropa low cost, en un salón de apuestas
deportivas, o en un bazar regentado por asiáticos. Y de la misma manera, que en
los pisos situados en lugares céntricos se desahucie a unos ancianos que viven
de alquiler para ser transformados en viviendas de alquiler turístico, que ya
representa una imponente industria en España y que, sorprendentemente, todavía
no cuenta con un encaje regulatorio. Está claro que Miguel Boyer, como Inés de
Castro, ha “reinado” después de morir.
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