Leo hoy en El
Mundo: “Tirabeques, los primos
hermanos del guisante”, al hacer referencia a lo que en Aragón se conoce
como bisaltos, de corta estacionalidad. Sin embargo, en un artículo de
gastronomía aragonesa (blog de Margot
Serrano, “A la carta para dos”)
su autora afirma que “los bisaltos no son taribeques”. Señala: “Mientras el
guisante normal (tirabeque) tiene una vaina apergaminada y rígida, la del bisalto es tierna,
aromática y de colores claros. Sin haberse dilatado para dejar
sitio a unos granos que todavía no se han desarrollado del todo, presenta un
aspecto plano que subraya su delicadeza. Brevemente cocidos, vaina y grano
mantienen plenamente las texturas y sabores que los hacen tan apreciados”. Y
aprovecha para hacer referencia al cuento “La
Cenicienta”, donde una niña es castigada a recoger guisantes que su madrastra
había arrojado a las cenizas. Según Margot Serrano, “mientras el guisante
normal (tirabeque) tiene una vaina apergaminada y rígida, la del bisalto es
tierna, aromática y de colores claros. Sin haberse dilatado para dejar sitio a
unos granos que todavía no se han desarrollado del todo, presenta un aspecto
plano que subraya su delicadeza. Brevemente cocidos, vaina y grano mantienen
plenamente las texturas y sabores que los hacen tan apreciados”. Y presenta un
interesante guiso: “Crema de bisaltos con
huevo poché y arena de jamón” que me
parece interesante. En casa tengo costumbre de comer los bisaltos cocidos, tomarlos de uno en uno por un extremo y llevarlos
a la boca para luego depositar en una esquina del plato el rabillo de la vaina
y dos largos hilos laterales. Algo parecido a lo que hago con las sardinas en
salmuera lavadas, abiertas y aliñadas con aceite y ajo picado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario