Pues nada, ya tenemos aquí la juerga padre, La verbena de la Gaviota. Cristóbal Montoro sacando el palo y la
zanahoria de paseo como si se tratase de un caniche y la televisión pública grabando manifestaciones
de jubilados para más tarde elaborar lo que deben sacar los telediarios, o sea,
ancianos rompiendo vallas e intentando rodear el Congreso como si fuesen las
milicias de Pavía. Como en La verbena de la Paloma, aquí también
hay boticarios, chulapas, celos mal reprimidos, mantones de Manila y algún
vestido chiné. Ayer aparecía Arcadi
Espada en La Sexta tratando de vender su libro “Un buen tío” (Ariel) y exaltando las virtudes que rodean al que
fuese presidente de la Comunidad
Valenciana, Francisco Camps,
absuelto en 2012 por un jurado popular (por cinco votos a favor y cuatro en
contra) del delito de cohecho pasivo impropio. Arcadi Espada entiende que la
infanta Cristina y Francisco Camps
“son dos grandes víctimas del periodismo”. De paso, aprovechó para atacar a “El País” por su mal “savoir
faire” en el asunto de los cuatro
mantones de Manila, perdón por el lapsus, he querido decir por los cuatro
trajes y sus 169 portadas. En una entrevista hecha por Lorena G. Maldonado en El
Español (26/02/18) en un hotel de Recoletos, le recordó a Espada las
imputaciones en dos procedimientos que Camps tiene como imputado: el de la Fórmula 1por presunta corrupción y por
presunta prevaricación, falsedad y malversación de fondos en la visita de Benedicto XVI. Y en esa entrevista,
Camps aprovechó para cargar sobre Ada
Colau: “A mí por ejemplo que la señora Ada Colau sea alcalde (sic) de
Barcelona me parece una gran sorpresa, pero sobre todo en términos de mérito.
Porque los méritos de Colau para ser alcalde (sic) de Barcelona es una especie
de rap que iba cantando por ahí con
una capa mientras agitaba a las masas desahuciadas”. Hay nerviosismo en las
filas del PP. En esta “batalla de
Marengo”, al igual que sucedió con Napoleón,
Rajoy ha cometido un error vital.
Napoleón dividió a sus tropas en tres cuerpos y cayó en la trampa tendida por
el general austríaco Melas. A
Napoleón le desesperaba que se retrasasen y no
llegaran en su auxilio las tropas de refuerzo del general Desaix. Tuvo que retroceder. Al final ganó
la batalla, pero Desaix murió en combate. Rajoy está comprobando que se inquietan
sus barones ante el avance de las encuestas, los pensionistas empujan, los
datos macroeconómicos son aceptables pero los exiguos salarios no dan para pagar
las pensiones, y el general Desaix, o sea, Rivera,
no ayuda y airea ahora los ciento
cincuenta puntos que Rajoy se comprometió a cumplir para obtener, como así
fue, la ayuda de Ciudadanos en su última investidura. Pese a todo ello, Rajoy, que lleva en
política desde los 25 años, casi tantos como Martín Villa, está convencido de que las cosas siempre se arreglan
sin la intervención de nadie, que con navegar a barlovento todo está resuelto. Pero, claro, a veces los vientos te empujan al
atolón de Mururoa cuando pretendes ir a la isla de Cabrera; que, por cierto,
está llena de esqueletos de franceses.
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