domingo, 18 de marzo de 2018

La zamorana "feria del botiguero"



Balbino Lozano, en su artículo “Días de guerra en retaguardia” aparecido hoy en El Correo de Zamora, hace referencia a la “feria del botiguero”, o también (aunque mal llamada) “feria del botijero”,  que se celebra en Zamora desde la época de los Reyes Católicos con carácter anual a comienzos del mes de abril, por carta de privilegio tras la Batalla de Toro, en 1476,  para que hubiese una vez al año una feria "franca de alcabalas". Ello quería decir que no se pagaban apenas impuestos reales (normalmente un 10% de cada avenencia) por las transacciones comerciales que se llevaban a efecto el tiempo que duraba la feria. Existía otro impuesto más importante, el diezmo, que recibía la Iglesia con participación del rey. Hay que recordar que los Reyes Católicos eximieron del pago de las cabalas todo lo relacionado con libros, mulas y aves de caza. Con posterioridad, Felipe II extendió la exención a armas y a todos aquellos artículos de menor interés económico, dotes matrimoniales, sucesiones, alquileres de casas, rentas de tierras, censos, hipotecas y alguna cosa más. Queda claro que en aquellos tiempos de “fogajes” y “sobrecullidas” para establecer censos  todavía no existía el “Impuesto sobre Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos Documentados”, de naturaleza indirecta y transferido a las Comunidades Autónomas. Hoy, con los ordenadores, como bien sabe Antonio Serrano Montalvo, no hubiese escapado ni dios de los actuales depredadores.  En este sentido, recomiendo la lectura de “La población de Aragón según el fogaje de 1495” (DPZ.- Institución “Fernando el Católico”, 1995) donde, como se lee en su prefacio, corrían tiempos complicados para Aragón, “con las cosechas agostadas por la langosta y Zaragoza diezmada por la peste”, y donde, entre otras cosas, se hace alusión a las “sisas” inpuestas en las Cortes de Tarazona para todo el Reino de Aragón sobre carne, pan, moliendas, etcétera, “bajo pena de 500 florines a pagar en el plazo de ocho días, bajo pena de 1000 florines, una parte para el rey y las tres restantes para el común del Reino”.  Pero volviendo al principio,  Balbino Lozano, al referirse a la “feria del botiguero” (en la retaguardia, durante  el trienio de la Guerra Civil en Zamora) cuenta que “los que tenían la fortuna de disponer de algunas perras las gastaban en baratijas, por otro nombre botigas, aunque este nombre resulte anticuado y puede que de ahí proceda la palabra Botiguero [nada que ver con botijo], y hasta había quienes tenía para subirse varias veces en los carruseles”.

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