Balbino
Lozano,
en su artículo “Días de guerra en
retaguardia” aparecido hoy en El
Correo de Zamora, hace referencia a la “feria
del botiguero”, o también (aunque mal llamada) “feria del botijero”, que se
celebra en Zamora desde la época de los Reyes
Católicos con carácter anual a comienzos del mes de abril, por carta de
privilegio tras la Batalla de Toro,
en 1476, para que hubiese una vez al año
una feria "franca de alcabalas". Ello quería decir que no se pagaban apenas
impuestos reales (normalmente un 10% de cada avenencia) por las transacciones
comerciales que se llevaban a efecto el tiempo que duraba la feria. Existía
otro impuesto más importante, el diezmo, que recibía la Iglesia con
participación del rey. Hay que recordar que los Reyes Católicos eximieron del
pago de las cabalas todo lo relacionado con libros, mulas y aves de caza. Con
posterioridad, Felipe II extendió la
exención a armas y a todos aquellos artículos de menor interés económico, dotes
matrimoniales, sucesiones, alquileres de casas, rentas de tierras, censos,
hipotecas y alguna cosa más. Queda claro que en aquellos tiempos de “fogajes” y “sobrecullidas” para establecer censos todavía no existía el “Impuesto sobre Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos Documentados”,
de naturaleza indirecta y transferido a las Comunidades Autónomas. Hoy, con los
ordenadores, como bien sabe Antonio
Serrano Montalvo, no hubiese escapado ni dios de los actuales depredadores.
En este sentido, recomiendo la lectura
de “La población de Aragón según el
fogaje de 1495” (DPZ.- Institución
“Fernando el Católico”, 1995) donde, como
se lee en su prefacio, corrían tiempos complicados para Aragón, “con las
cosechas agostadas por la langosta y Zaragoza diezmada por la peste”, y donde,
entre otras cosas, se hace alusión a las “sisas” inpuestas en las Cortes de
Tarazona para todo el Reino de Aragón sobre carne, pan, moliendas, etcétera, “bajo
pena de 500 florines a pagar en el plazo de ocho días, bajo pena de 1000
florines, una parte para el rey y las tres restantes para el común del Reino”. Pero volviendo al principio, Balbino Lozano, al referirse a la “feria del botiguero” (en la retaguardia,
durante el trienio de la Guerra Civil en
Zamora) cuenta que “los que tenían la fortuna de disponer de algunas perras las gastaban en baratijas, por
otro nombre botigas, aunque este
nombre resulte anticuado y puede que de ahí proceda la palabra Botiguero [nada que ver con botijo], y
hasta había quienes tenía para subirse varias veces en los carruseles”.
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