La Fundación Francisco Franco acaba de nombrar a Juan Chicharro Ortega, general de división de Infantería de Marina
en la reserva y ayudante de campo del rey emérito Juan Carlos I durante cuatro años, presidente ejecutivo de esa,
para mí, vergonzosa Institución. Hace
menos de una semana, en su carta de presentación, Chicharro hacía referencia a Franco como “un hombre, hoy atacado con
saña por los mismos enemigos a los que derrotó en la guerra, y en la paz, y
olvidado por una sociedad relativista que tanto le debe”, para también
referirse a la “inmensa labor social, gracias a la cual sacó a España de la
miseria”. Se nota que ese militar está acostumbrado a las peroratas
cuarteleras. Sólo le faltó referirse a las “tres madres” para poner la guinda
en su pastel. Pero dijo más: “Hoy cuando vemos tambalearse la unidad de España,
cuando vemos como se derriban cruces, cuando vemos asesinos terroristas
recibiendo homenajes, cuando la corrupción política se hace asfixiante, cuando
vemos peligrar las pensiones y como se incrementan las desigualdades sociales,
la figura de Francisco Franco se acrecienta en la historia”. En la actualidad,
Chicharro escribe columnas de opinión en el periódico online República.com, posicionado como de centro reformista, fundado por Pablo Sebastián en 2010 y
que dirige en la actualidad Pilar
Gassent. Un diario digital que, dicho sea de paso, me merece todos los
respetos y que desde su origen tuvo tres grandes objetivos, que comparto: la
elección directa del presidente del Gobierno por sufragio universal; las listas
abiertas para elegir diputados y senadores; y el deseo de que los órganos de
gestión del Poder Judicial y del Tribunal Supremo sean elegidos por los Cuerpos
Judiciales, sin intervención del Gobierno ni del Parlamento. De la misma
manera, respeto y aplaudo que en ese medio informativo tengan cabida todas las
ideologías. Pero no por ello dejo de reconocer que Juan Chicharro, al que
respeto, nunca debería haber presidido una fundación, en este caso la Fundación Francisco Franco, intolerable en países de nuestro entorno, como
Francia (con una democracia más antigua y consolidada que la nuestra) o
Alemania. ¿Acaso se permitiría en Francia una fundación que llevase el nombre
de Pierre Laval? ¿Acaso permitiría
Alemania tener una fundación que llevase el nombre de Adolf Hitler? La Constitución Española define claramente la misión
de las Fuerzas Armadas. No abundaré en ello. Pero la Constitución Española no
puede ser, de ninguna de las maneras, utilizada al antojo de los gobernantes de
turno sin consultar previamente al pueblo soberano. En este país se reformó uno
de sus artículos, el 135, el 27 de septiembre de 2011, de la forma más infame
para limitar el déficit estructural a los márgenes establecidos por la UE. Y en
aquella reforma, sin encomendarse a Dios ni al diablo, PP y PSOE acordaron con
urgencia (y con alevosía, aprovechando el periodo vacacional y sin buscar
consenso) que el pago de la deuda pública gozaría de prioridad absoluta antes
que la lucha contra un paro galopante que se nos comía por los pies y que
produjo considerables recortes en
Sanidad, Educación y Servicios Sociales. Ambos partidos políticos, aquel 27 de
diciembre de 2011, se pasaron por el
forro el artículo 1, apartado 2 de la Constitución, que señala: “La soberanía
nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”.
No cabe duda de que la Patria es anterior a la Constitución, pero el
patriotismo, a veces, tiene más peligro que una metralleta en manos de un simio. Ay de aquellos que dicen: “¡Por España, todo por España!”, cuando ese “todo por
España” equivale a hacer prevalecer bastardos intereses. En fin, Chicharro,
como dicen en Colombia: “¡Ojalá que te vaya bonito!”.
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