viernes, 23 de marzo de 2018

La masa no tiene poderío



Los hosteleros miran al cielo y escuchan a los “hombres del tiempo” por ver en qué quedará la posible ciclogénesis explosiva que nos amenaza. Parece que una nueva borrasca se encuentra en el Atlántico y se profundizará de forma intensa, si hacemos caso a la Agencia Estatal de Meteorología. Pero la mayor incertidumbre será entre el miércoles y el jueves Eso significa que muchas procesiones habrán de ser suspendidas por el mal tiempo. Pascua marzal, poca hierba y menos pan. Pero dejemos de hacer referencia al tiempo, como si fuésemos vecinos de escalera dentro del ascensor. Malos tiempos para la lírica. El juez del Supremo, Pablo Llarena, atendiendo la petición de la Fiscalía, envía a prisión provisional sin fianza a Turull (último candidato a la Generalidad), Forcadell, Rull y Bassa. Además de ello, dicta una euroorden de detención contra Puigdemont, Marta Rovira, Antoni Comín, Meritxell Serret, Lluis Puig y Anna Gabriel, escapados de la Justicia. Se les acusa de rebelión. Aquí vamos a tener activado el artículo 155 de la Constitución  para rato. Las cosas se sabe cómo empiezan pero no cómo terminan. Pero, si el lector me lo permite, el juez Llarena exagera en gordo, a mi entender, al comparar la rebelión del procés con el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. Que yo sepa, ninguno de los ahora procesados ha ocupado el Congreso de los Diputados por la fuerza de las armas, ha retenido contra su voluntad a los representantes del pueblo soberano ni ha interrumpido la votación de un aspirante a presidente del Gobierno, que lo era entonces Leopoldo Calvo Sotelo. Según El País, "el juez sostiene que los líderes independentistas usaron el 'poderío de la masa' para que el Estado de Derecho se rindiera".  El “poderío de la masa”, como define el juez Llarena, se utiliza en muchas ocasiones para arrimar el ascua a la sardina de los partidos que desean aventajar  al contrario, por ejemplo en los mítines preelectorales. La masa (definida por el sociólogo francés Gustave Le Bon como “una agrupación humana con los rasgos de pérdida de control racional, mayor sugestionabilidad, contagio emocional, imitación, sentimiento de omnipotencia y anonimato para el individuo”) nunca tiene poderío por mucho que se manifieste, lance descomunales gritos y airee banderas. El poderío lo ejercen, como debe ser en un Estado democrático de Derecho, los ciudadanos en las urnas. El juez Llarena debería leer, aprovechando estos días de asueto de la Semana Santa, la tesis doctoral de Manuel Azaña, “La responsabilidad de las multitudes”, donde con fina pluma y cuidado estilo, se adentra en la psicología de las masas, el derecho penal, la criminología y la sociología para, en contra del positivismo entonces imperante, defender la imputabilidad jurídica de la acción colectiva. La masa, mejor dicho, las multitudes que conforman la ciudadanía, nunca tienen poderío, sino que sufren con harta frecuencia el poder otorgado en las urnas a unos partidos políticos, corruptos en demasiadas ocasiones. Con el debido respeto, el juez Llarena da la sensación de que confunde, o a mí así me lo parece, los orzuelos con los defectos del paisaje. 

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