Ayer
domingo, María Jesús Pereira
plasmaba en ABC de Sevilla una
entrevista que le había hecho a Manuel
Barea Velasco, donde éste comentaba que “su padre
abrió una tienda [en 1941] para vender en la postguerra española azafrán y sal
en un local de 18 metros cuadrados de la calle Imagen”. (…) “Esa pequeñísima
tienda de la calle Imagen fue el germen del gigante que hoy es el Grupo Barea, cuyo primer cash and carry lo abrió en 1984. Hoy
esta empresa netamente familiar factura 200 millones de euros con
tres líneas de negocio -cash, pescado congelado y bacalao, y distribución”.
Queda claro que en Andalucía hacen falta hombres emprendedores, como Manuel Barea Ginés, padre del
entrevistado y responsable de aquella pequeña tienda sevillana de la calle Imagen
donde inicialmente se vendía azafrán, sal y tripas para embutidos. Gracias a las
hemerotecas, conservo un suelto donde en la sección Gurmé de ese mismo diario (12/03/18) Isabel Aguilar entrevistaba a Manuel Barea Velasco. Decía Barea: “La
tienda de la calle Imagen fue de las primeras de Sevilla en tener licencia para
importar especias y poco después comenzó a centrarse especialmente en el
bacalao, un producto que encandiló al público sevillano y que se ha convertido
en su principal emblema”. (…) “En Sevilla se come bacalao todo el año pero
cuando llega la Cuaresma las ventas aumentan sobre un 20%. Nosotros importamos
y elaboramos al año más de un millón y medio de kilos de bacalao de Noruega,
Islandia y las Islas Feroe y lo vendemos tanto congelado como en salazón”.
Barea es de las personas que mantienen
que “cuando muere la abuela desaparecen 20 platos de cocina para siempre”. ¡Ay,
si yo les contara…! Como las oscuras golondrinas de Bécquer (rima LIII), el pequeño comercio de ultramarinos no
volverá.
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