El
año 1628 fue bisiesto y comenzó en sábado, según el calendario gregoriano. Y aquel año, el mismo en el que apareció la
novela “Los tres mosqueteros”, de Alejandro Dumas, en España las cosas no
iban bien: fracasos militares españoles, malas cosechas en los campos de Castilla
la Vieja, fracaso de las políticas económicas, parálisis del comercio y una
enorme inflación, llevaron al gobierno de Olivares
a depreciar la moneda de vellón en un 50% de su valor. Quevedo había buscado la
protección del conde-duque de Olivares. Ya en 1621, tras la muerte de Felipe III, le envió una carta, “Política de Dios y gobierno de Cristo”
llena de elogios hacia el valido de Carlos
IV y donde pedía su libertad. Por aquellos días, Quevedo estaba preso en el pueblo manchego de Torre Abad. Hubo más
correspondencia entre ambos. El resultado final fue que consiguió dos cosas: su libertad y la amistad
con Gaspar de Guzmán y Pimentel.
Quevedo publicó muchos libelos en defensa del conde-duque, como el famoso “Chitón de las Taravillas”, firmado por
el licenciado Todo lo Sabe. En 1632
llegó a ser secretario real, puesto muy bien retribuido. Pero en 1639, Quevedo
volvía a prisión. Lo explica bien Gregorio
Marañón en su trabajo “El conde-duque
de Olivares” (Austral, 1939. 1ª
edición): “Hasta que un día viene, por razones ocultas, a Madrid, y la noche
del 7 de diciembre de 1639 lo vemos prender y conducir, en secreto, a una
cárcel lejana, en el magnífico convento de San Marcos, de León. (…) Se dice y
repite que esta prisión se debió a que en el año 1639, cuando el descontento
contra el Gobierno de Olivares crecía como una marea amenazadora. Quevedo se
decidió enviar al Rey uno de los muchos papeles acusatorios en verso que
escribió y circularon por entonces. Se dice también que logró poner el papel en
la mesa del Rey, entre dos platos o envuelto en una servilleta, con la
complicidad de los criados enemigos del Privado que en Palacio había”. No
importa sobre qué desbarraba Quevedo. El resultado fue cinco años de severa
prisión. Aquella situación me recuerda a lo que viene sucediendo hoy. La prensa
escrita (sobre todo, la prensa de butacón) plasma en su interior cada día que
pasa largas “tribunas” escritas por toreros de salón, que se pasan el día dando
jaboncillo al presidente del Gobierno de turno y ensalzando las virtudes que
adornan al bisoño Jefe del Estado, “el mejor preparado”, dicen, pese a que
España no acaba de ir por la senda correcta. Así, Ramón Pérez-Maura, hoy en ABC,
al referirse a los cambios efectuados en el ente RTVE, lamenta que en los “telediarios” no se dijese una palabra
sobre la muerte en Santander de Alfonso
Osorio, vicepresidente del Gobierno con Adolfo Suárez, fallecido el pasado 27 de agosto. Dice Pérez-Maura: “Total, él sólo fue miembro del Gobierno que hizo la reforma
política que acabó con el franquismo, legalizó el Partido Comunista y convocó
las primera elecciones democráticas. Un mindundi, vamos. Y sobre todo, que no
se entere nadie que en España la democracia la trajo la derecha, porque durante
la mayor parte de los casi cuarenta años de la dictadura, la gran mayoría de la
izquierda estuvo de vacaciones”. Sí, y en la cárcel, como lo estuvo
Quevedo. ¿Pero cómo se puede ser tan estulto?
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