sábado, 1 de septiembre de 2018

Genios y estultos



El año 1628 fue bisiesto y comenzó en sábado, según el calendario gregoriano.  Y aquel año, el mismo en el que apareció la novela “Los tres mosqueteros”, de Alejandro Dumas, en España las cosas no iban bien: fracasos militares españoles, malas cosechas en los campos de Castilla la Vieja, fracaso de las políticas económicas, parálisis del comercio y una enorme inflación, llevaron al gobierno de Olivares a depreciar la moneda de vellón en un 50% de su valor. Quevedo había buscado la protección del conde-duque de Olivares. Ya en 1621, tras la muerte de Felipe III, le envió una carta, “Política de Dios y gobierno de Cristo” llena de elogios hacia el valido de Carlos IV y donde pedía su libertad. Por aquellos días, Quevedo estaba preso en el pueblo manchego de Torre Abad. Hubo más correspondencia entre ambos. El resultado final fue que  consiguió dos cosas: su libertad y la amistad con Gaspar de Guzmán y Pimentel. Quevedo publicó muchos libelos en defensa del conde-duque, como el famoso “Chitón de las Taravillas”, firmado por el licenciado Todo lo Sabe. En 1632 llegó a ser secretario real, puesto muy bien retribuido. Pero en 1639, Quevedo volvía a prisión. Lo explica bien Gregorio Marañón en su trabajo “El conde-duque de Olivares” (Austral, 1939. 1ª edición): “Hasta que un día viene, por razones ocultas, a Madrid, y la noche del 7 de diciembre de 1639 lo vemos prender y conducir, en secreto, a una cárcel lejana, en el magnífico convento de San Marcos, de León. (…) Se dice y repite que esta prisión se debió a que en el año 1639, cuando el descontento contra el Gobierno de Olivares crecía como una marea amenazadora. Quevedo se decidió enviar al Rey uno de los muchos papeles acusatorios en verso que escribió y circularon por entonces. Se dice también que logró poner el papel en la mesa del Rey, entre dos platos o envuelto en una servilleta, con la complicidad de los criados enemigos del Privado que en Palacio había”. No importa sobre qué desbarraba Quevedo. El resultado fue cinco años de severa prisión. Aquella situación me recuerda a lo que viene sucediendo hoy. La prensa escrita (sobre todo, la prensa de butacón) plasma en su interior cada día que pasa largas “tribunas” escritas por toreros de salón, que se pasan el día dando jaboncillo al presidente del Gobierno de turno y ensalzando las virtudes que adornan al bisoño Jefe del Estado, “el mejor preparado”, dicen, pese a que España no acaba de ir por la senda correcta. Así, Ramón Pérez-Maura, hoy en ABC, al referirse a los cambios efectuados en el ente RTVE, lamenta que en los “telediarios” no se dijese una palabra sobre la muerte en Santander de Alfonso Osorio, vicepresidente del Gobierno con Adolfo Suárez, fallecido el pasado 27 de agosto. Dice Pérez-Maura: “Total, él sólo fue miembro del Gobierno que hizo la reforma política que acabó con el franquismo, legalizó el Partido Comunista y convocó las primera elecciones democráticas. Un mindundi, vamos. Y sobre todo, que no se entere nadie que en España la democracia la trajo la derecha, porque durante la mayor parte de los casi cuarenta años de la dictadura, la gran mayoría de la izquierda estuvo de vacaciones”. Sí, y en la cárcel, como lo estuvo Quevedo. ¿Pero cómo se puede ser tan estulto?

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