miércoles, 26 de septiembre de 2018

Como el perro del hortelano



El  editorial de El País hoy es demoledor. Bajo el epígrafe “Un estilo insoportable” señala, y señala bien, que “los Gobiernos tienen el encargo de plasmar sus políticas en los Presupuestos Generales del Estado de cada año. Para llevarlo a cabo deben cumplir un único requisito: alcanzar la mayoría parlamentaria en el Congreso de los Diputados. Merced a una enmienda del PP, aprobada en 2012, eso no es así en España sino que se da prevalencia al Senado, lo que no es habitual en ningún Estado de la UE. Para reaccionar ante esta situación anómala, el Gobierno de Pedro Sánchez buscó un atajo tan legal como discutible: la introducción de la senda del déficit en una ley que no tiene nada que ver con ese asunto. La Comisión de Justicia del Congreso avaló esta vía, pero en última instancia la Mesa del Parlamento, con el voto del PP y de Ciudadanos, contradijo a la comisión. Como consecuencia, no habrá reforma de la ley de estabilidad presupuestaria (para evitar el veto del Senado), y lo que es peor, el Gobierno no podrá, previsiblemente, presentar sus Presupuestos que, como todos ellos, tienen como objetivo mejorar la situación económica y social del país. Hasta aquí el procedimiento. Pero todas estas argucias tienen su corolario político: impiden gobernar a quien está legítimamente en el ejercicio del poder”. El editorial de El País no entiende, como no entendemos la inmensa mayoría de ciudadanos demócratas, “la innecesaria identificación de una formación joven como Ciudadanos con el más viejo y resabiado estilo político practicado por el PP”. Un partido político que “demuestra que prefiere un país desgobernado antes de que sea otro quien gobierne. Tampoco es la primera vez en que los populares prefieren la parálisis de las instituciones de todos, antes de que el funcionamiento de la democracia conduzca a un relevo en los órganos de gobierno de las instituciones: el Poder Judicial, el Tribunal Constitucional y los medios de comunicación públicos son buenos testigos de este estilo de desgobierno”. Hay poco que se pueda añadir. Al Partido Popular no le interesa que se produzca ese relevo por tener rabo de paja. Quedan muchos asuntos por resolver en sede judicial que les afectan por una corrupción sin parangón en el resto de Europa. Y ante tal penosa situación sólo quedan dos soluciones: o esperar a que muchos delitos prescriban, o a que parte del Poder Judicial que ellos nombraron en su día a dedo se pongan de perfil. El caso del teniente fiscal  del Tribunal Supremo,  Luis Navajas, que ha pedido a la Sala de lo Penal de esa alta Institución que no investigue al presidente del PP, Pablo Casado, por las presuntas irregularidades en su máster cursado en la Universidad Rey Juan Carlos, “al no existir indicios incontestables de la existencia de responsabilidad penal”  por los delitos de prevaricación administrativa y cohecho impropio, además de estar prescrito por haber pasado cinco años, pone de manifiesto cómo anda el aceite del candil. Como bien escribía Antonio Aramayona, profesor de Filosofía, en su artículo “La Derechona” (El Periódico de Aragón, 02/02/2005), “la derechona cuenta con el dinero más casposo de España, con el conservadurismo más reaccionario, con Botella, Acebes, Michavila y los Legionarios de Cristo, con el Opus Dei de Trillo, con los adictos al "Gibraltar, español" de los años cuarenta y cincuenta, con toda la nostalgia más ultramontana y extremista. La derechona cuenta también con el silencio y la pasividad de esos grupos y partidos que tienen a gala llamarse de izquierdas, que parecen sentirse como pez en el agua arremetiendo contra el árbol más cercano y perdiendo de vista a la vez el bosque, el horizonte, el rumbo y los objetivos que realmente merecen la pena”. Aramayona se suicidó el 5 de julio de 2016 después de haber escrito: “Es el momento justo de morir. Ni demasiado pronto ni demasiado tarde. Es el momento justo de quedar abrazado a mi muerte libre, a esa muerte (como dice Nietzsche) que viene a mí porque yo quiero”. Tenía 68 años.

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