El editorial de El País hoy es demoledor. Bajo el epígrafe “Un estilo insoportable” señala, y señala bien, que “los Gobiernos
tienen el encargo de plasmar sus políticas en los Presupuestos Generales del Estado de cada año. Para llevarlo a cabo
deben cumplir un único requisito: alcanzar la mayoría parlamentaria en el
Congreso de los Diputados. Merced a una enmienda del PP, aprobada en 2012, eso
no es así en España sino que se da prevalencia al Senado, lo que no es habitual
en ningún Estado de la UE. Para reaccionar ante esta situación anómala, el
Gobierno de Pedro Sánchez buscó un
atajo tan legal como discutible: la introducción de la senda del déficit en una
ley que no tiene nada que ver con ese asunto. La Comisión de Justicia del Congreso avaló esta vía, pero en última
instancia la Mesa del Parlamento, con
el voto del PP y de Ciudadanos, contradijo a la comisión. Como consecuencia, no
habrá reforma de la ley de estabilidad presupuestaria (para evitar el veto del
Senado), y lo que es peor, el Gobierno no podrá, previsiblemente, presentar sus
Presupuestos que, como todos ellos, tienen como objetivo mejorar la situación
económica y social del país. Hasta aquí el procedimiento. Pero todas estas
argucias tienen su corolario político: impiden gobernar a quien está
legítimamente en el ejercicio del poder”. El editorial de El País no entiende, como no entendemos la inmensa mayoría de
ciudadanos demócratas, “la innecesaria identificación de una formación joven
como Ciudadanos con el más viejo y resabiado estilo político practicado por el
PP”. Un partido político que “demuestra que prefiere un país desgobernado antes
de que sea otro quien gobierne. Tampoco es la primera vez en que los populares
prefieren la parálisis de las instituciones de todos, antes de que el
funcionamiento de la democracia conduzca a un relevo en los órganos de gobierno
de las instituciones: el Poder Judicial, el Tribunal Constitucional y los
medios de comunicación públicos son buenos testigos de este estilo de
desgobierno”. Hay poco que se pueda añadir. Al Partido Popular no le interesa
que se produzca ese relevo por tener rabo de paja. Quedan muchos asuntos por
resolver en sede judicial que les afectan por una corrupción sin parangón en el
resto de Europa. Y ante tal penosa situación sólo quedan dos soluciones: o
esperar a que muchos delitos prescriban, o a que parte del Poder
Judicial que ellos nombraron en su día a dedo se pongan de perfil. El caso del
teniente fiscal del Tribunal Supremo, Luis
Navajas, que ha pedido a la Sala de lo Penal de esa alta Institución que no
investigue al presidente del PP, Pablo
Casado, por las presuntas irregularidades en su máster cursado en la Universidad Rey Juan Carlos, “al no
existir indicios incontestables de la existencia de responsabilidad penal” por los delitos de prevaricación
administrativa y cohecho impropio, además de estar prescrito por haber pasado
cinco años, pone de manifiesto cómo anda el aceite del candil. Como bien
escribía Antonio Aramayona, profesor
de Filosofía, en su artículo “La Derechona”
(El Periódico de Aragón, 02/02/2005),
“la derechona cuenta con el dinero más casposo de España, con el
conservadurismo más reaccionario, con Botella, Acebes, Michavila y los Legionarios de Cristo, con el Opus Dei de Trillo, con los adictos
al "Gibraltar, español" de
los años cuarenta y cincuenta, con toda la nostalgia más ultramontana y
extremista. La derechona cuenta también con el silencio y la pasividad de esos
grupos y partidos que tienen a gala llamarse de izquierdas, que parecen
sentirse como pez en el agua arremetiendo contra el árbol más cercano y
perdiendo de vista a la vez el bosque, el horizonte, el rumbo y los objetivos
que realmente merecen la pena”. Aramayona se suicidó el 5 de julio de 2016
después de haber escrito: “Es el momento justo de morir. Ni demasiado pronto ni demasiado tarde. Es el momento justo de
quedar abrazado a mi muerte libre, a esa muerte (como dice Nietzsche) que viene a mí porque yo quiero”. Tenía 68 años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario