Hoy en El
País, Teodoro León Gross, con su
artículo “Sánchez è mobile qual piuma al vento”, hace referencia a la “jugada”
de Rivera en su pretensión de matar
dos pájaros de un tiro. Señala: “El crédito de Sánchez está sometido a un pulso estresante desde la moción: su
equipo pelea por mantener el subidón en las encuestas; y sus rivales por
desgastarlo antes de ir a las urnas. No es una carrera contrarreloj pero sí
contra el calendario para exprimir sus fortalezas y debilidades. Por eso le han
exhumado la tesis mientras él abanderaba la exhumación de Franco. Y la clave no era la tesis –ya bastante escrutada– sino
debilitar su autoridad moral. Rivera, con olfato y sin escrúpulos, se ha
cobrado doble pieza: desgaste de Sánchez, al que deja bajo sospecha por su cum laude poco meritorio, y de
rebote desgaste de Casado, cuyo curriculum apesta. Aunque el
presidente resista al Turnitin, no al ruido de la picadora mediática”. (…)
“Sánchez arrastra un viejo sambenito de veleta. Pasó de presumir del pacto con
Ciudadanos a confesar que lo suyo era Podemos; de vender las mieles de la
socialdemocracia liberal a sacar la bandera roja; de ejercer de Mr. Noesno a
ser el Sr. Síessí con el 155… Esa imagen se ha acentuado en el poder, donde se
ha mostrado voluble como la donna mobile
de Rigoletto, mudable como pluma al
viento cambiando de discurso y de pensamiento... Y los rivales naturalmente se
aferran a esa debilidad. La consistencia del presidente, más allá de la
caricatura irónica del doctor Sánchez, ha sufrido esta semana otro revés en la
carrera corta contra el calendario electoral”. Queda claro que la maquinaria de
acoso y derribo al PSOE por parte de la derecha y de los diarios conservadores
que ejercen de corifeos permanentes es un motor de dos tiempos: primero, que
baje la fiebre de las encuestas; segundo, paralizar al líder surgido de una
moción de censura mediante el sonsonete de “difama, que algo queda”. Pero una
cosa, a juicio de Teodoro León, sí parece cierta: “El presidente escogió un
gabinete largo de diecisiete carteras, y eso requiere un liderazgo de
coordinación con mano de hierro estilo Richelieu.
Poner ahí a Carmen Calvo era una
apuesta temeraria”. Bieito Rubido, en ABC, al referirse a que el nuevo Gobierno
“lo quiere todo”, dice que “hasta han cambiado los jurados de los premios
nacionales del Ministerio de Cultura”. (…) “Ya solo les queda, como en los
viejos tiempos, encargarse del Orfeón Donostiarra”. Tal vez, Rubido, tal
vez. Todo se andará si el carromato no se frena en el cenagal, atascado.
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