El
Partido Socialista ha resucitado a Franco
a fuer de intentar ver la forma de orear sus huesos y sacarlo de
Cuelgamuros. Y el Partido Popular pretende resucitar a Suárez, creando la Fundación
Concordia y Libertad, presidida por Adolfo
Suárez Illana, el fetiche de Ciudadanos. Recuerden cuando, en octubre de
2016, en la primera sesión para la
investidura de Rajoy tomó la palabra
Albert Rivera para decir que se
miraba en el espejo de aquel presidente. Dijo: “"En esta misma tribuna,
Suárez se sacó un papel de su bolsillo con una frase magistral. (...) Hemos
tenido que cambiar las cañerías sin cortar el agua". La Transición se ha
convertido en un talismán (además de Obama)
que venera Rivera y, ahora, Casado. El secreto está en Ávila, la
ciudad amurallada. Hay que peregrinar a Ávila, fotografiarse junto la estatua
de Suárez en la Plaza que lleva su nombre y visitar su tumba en el claustro de
la Catedral del Salvador. La estatua de bronce lleva un epitafio: “La concordia
fue posible”. Pero cuidado: a Suárez le derribó del poder. Fue un 29 de enero
de 1981, festividad de san Valero,
patrono de Zaragoza. Dijo Suárez frente a las cámaras de televisión: “Me voy
porque las palabras parecen no ser suficientes y es necesario demostrar con
hechos lo que somos y lo que queremos”. Lo cierto es que sus relaciones eran
muy tensas con el Ejército, la legalización del PC no había gustado a la
derecha casposa, y muchos franquistas aplaudían días más tarde con las orejas
el intento de golpe de Estado, un 23 de febrero. Según el cronista Abel Hernández, confidente de Suárez,
“lo que desencadenó su dimisión fue una tensa reunión, que Suárez consideró una
‘encerrona’ con generales en La Zarzuela. El rey Juan Carlos
se encontraba de cacería en aquel momento, y ante la gravedad
de la situación, decidió regresar. Lo hizo en helicóptero, pese a que era un
día lluvioso, gris. Llamó de inmediato a Suárez y lo dejó a solas con los
mandos militares. La reunión fue tremendamente tormentosa, hubiese o no pistola
por medio en ese momento. Fue, entonces, cuando Suárez se dio cuenta de que
había perdido la confianza del jefe del Estado". Como todo buen “mesías”, el de Cebreros tuvo que pasar
el quinario en vida para ser “fanatizado”
después de muerto con culto de dulía. Y es a día de hoy cuando están por
escribirse los “evangelios apócrifos”
de Mateo y de Marcos, o sea, de Rivera y de Casado. Los de Lucas y Juan, es decir,
el de José Manuel Villegas y el de Teodoro García pueden esperar hasta que
se encuentre algún papiro en el “Mar
Muerto” de Moncloa, o sea, debajo de alguna alfombra o detrás de una bañera. Nunca se sabe por dónde salta la liebre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario