Juan José
Millás,
tan sagaz como siempre, comenta en su artículo “Cagada”, en El País, que
la salida de la momia de Franco de
Cuelgamuros no parece que esté resultando ser cosa sencilla para el presidente
del Gobierno. Sánchez se ha topado de
frente con el prior de la basílica, un
facha de mucho cuidado, con la familia del dictador que no asume hacerse
cargo de los restos del abuelo, y con ese residuo nostálgico de militares y
civiles dispuestos, si fuera menester, a donar un riñón y la mitad del otro –como
aquel taxista, cuando Franco agonizaba en La Paz- a cualquier miembro vivo de
los Franco que los necesitase para que siguieran filtrando gin-tonic con cubitos de hielo en copa de balón, como hacen los
pijos de Los Remedios , en Sevilla, que usan dos tallas menos en la americana y
están tan secos como la mojama que hace casi medio siglo vendía un hombrecillo
magro de carnes a la entrada de la calle san Eloy, frente al bar Iruña. “Quizá los puestos de belenes
de la plaza Mayor -escribe Millás- vendan este año calaveras de plástico del Caudillo para que los nostálgicos las
cuelguen de sus árboles de Navidad”. Y añade Millás que “el mismísimo nieto del
dictador, un botarate al que arrebataron el apellido de su padre para que no se
perdiera la memoria del abuelo, ha salido en las teles [y hasta en el programa
de Herrera] en plan hombre de Estado
quejándose del revanchismo de la izquierda. Esa familia de mediocres, que vive
impunemente de lo que nos robó el viejo, ha aparecido como víctima de una
macabra acción de los enemigos de España. No es todo: un numeroso grupo de
militares, o de exmilitares, ahora no caigo, se han permitido el lujo de firmar
a cara descubierta un manifiesto a favor de la dictadura. Por si fuera poco,
esa cagada de granito conocida como Valle
de los Caídos se ha convertido en un insólito lugar de peregrinación”.
Pronto harán pequeño el paraje de Garabandal y hasta puede que terminen algunos
ganapanes vendiendo estampitas de la película “Raza”, reliquias del cuartelero gorro con borla y flores secas de
manzanilla procedentes de los jardines del Pazo de Meirás. Estas cosas nunca se
saben cómo acaban. Hasta podría producirse algún milagro en el interior de la
cripta horadada en el Guadarrama, o una aparición inesperada en las ruinas de
Belchite. Lo cierto es que el bumerán, como digo, se ha vuelto contra Sánchez.
Sacar a Franco de su tumba está resultando ser más complicado que erradicar el
cólera morbo del continente africano con
la aplicación de tisanas de tamarindos por vía rectal.
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