En
su primer acto oficial en Covadonga, Leonor
de Borbón, princesa de Asturias, ha dicho: “Que la Virgen proteja a la Familia
Real en un momento decisivo para España”. “Momento decisivo”, dice su
alteza: ¿para qué? Bueno, la heredera de la Corona ha expresado lo que otros
quisieron que dijese. Y el arzobispo, Jesús
Sanz Montes, le ha dedicado unas palabras: “Que la Santina guíe vuestros pasos y que vuestra Alteza crezca sana,
sabia, santa y guapa, como aquí llamamos a las cosas y personas hermosas. Que María de Covadonga proteja a esta
querida Familia Real en un momento decisivo y delicado para España”. Momento
decisivo, momento delicado…, no sé, aquí algo empieza a oler a chamusquina.
¿Recuerdan aquella chuscada del ciego conduciendo y el tartamudo de paquete
sobre una motocicleta en una carretera infame? Es un chiste viejo pero parece
actual. Se dan un tortazo por falta de coordinación en una curva: “La ¡vi…!, ¡la
vi…!, ¡la vi…!”. “¿Por qué no me lo dijiste?”. “¡La vi…!, ¡la vi…!, ¡la virgen, qué
tortazo nos hemos metido!". Este es un país de ciegos y sordos cicloculturales y
de dogmatógafos recalcitrantes donde se practica como deporte nacional la
sinécdoque, porque se designa una cosa por el nombre de otra, y el todo por la
parte o la parte por el todo. En un Estado aconfesional (lo señala la
Constitución), la prensa debería soslayar y no colocar con grandes titulares el
simple hecho de que el Jefe del Estado,
su consorte y las hijas de ambos visiten la basílica de Covadonga como quien va
de picnic al Monasterio de Piedra. Cosa diferente es que el conjunto familiar
visite la estatua de don Pelayo o el
lago Enol, que el presidente autonómico, Rafael
Fernández, entregue la Cruz de la Victoria
a la princesa, que un gaitero interprete “Asturias
patria querida” o “El chenguere”
con acompañamiento de clamor y murga populares, o que un paisano con vena
monárquica les haga entrega de un queso de Cabrales, unas botellas de sidra y
dos huevos duros. De entre todo ello, hay algo que no me gusta tanto. Me
refiero a esa yegua de raza “Montaña asturiana” que el Ayuntamiento
de Cangas de Onís tiene previsto regalar a Leonor de Borbón. Los regalos de
cortesía, tanto fungibles como no fungibles, entregados a jefes de Estado,
familiares y políticos, entiendo que deberían estar prohibidos por ley cuando
sobrepasan su valor de 50 euros. Me vienen a la memoria algunos regalos al rey Juan Carlos de los innumerables que
recibió: los dos “Ferrari” de los Emiratos
Árabes; el caballo pura sangre, la pistola de metacrilato con piedras preciosas
incrustadas y el palacio de La Mareta, en Lanzarote, regalados por Hussein de Jordania; o el primer yate “Fortuna” regalado por el ya fallecido rey Fahd de Arabia Saudí. El regalo de la yegua a la princesa de
Asturias por un consistorio, en el caso de producirse, constituiría un mal
predecente del nuevo reinado.
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