martes, 17 de diciembre de 2019

Elogio del diario "España", de Tánger



Con la llegada de los trenes de alta velocidad se terminó poder pisar los andenes de las estaciones para despedir a un amigo, o a un pariente por  línea política que se marchaba con la música a otra parte. Y al viajero, antes de pasar al andén, le pasan por un arco detector de metales por si llevase encima una navaja cachicuerna o una pistola detonadora para asustar a los fantasmas de la noche. Y con el invento de las maletas con ruedas se terminó para siempre el viejo oficio de maletero. Aquellos “mozos del exterior” eran muy respetuosos y en pago a su esfuerzo se conformaban con pedir la voluntad del cliente. También se perdieron para siempre las “Librerías de  Ferrocarriles”, situadas en los andenes,  donde podías adquirir desde una novela del Oeste hasta el diario España, de Tánger, que se me antojaba  como más liberal. De hecho, muchos periodistas republicanos buscaron en la redacción de ese diario su último refugio. Recuerdo haber leído (perdonen que no sé ahora dónde) un artículo de Fernando Santiago, colaborador habitual de Diario de Cádiz,  titulado “La leyenda  del diario España, de Tánger) que me dejó de una pieza. Decía: “Una vez me contó el añorado cantaor Chano Lobato que  durante el franquismo buscaba el diario España entre los marineros de los barcos de pesca que llegaban al puerto de Cádiz y se iba a la azotea de su casa a leerlo con tranquilidad. Chano Lobato era vecino del Barrio de Santa María, el único lugar donde hubo algo de resistencia al golpe de Estado de 1936 y el principal reducto obrero del Cádiz interior. Chano veía en aquel periódico una serie de informaciones que no se podían leer en la aburrida y censurada prensa de la época. Hasta la Ley Fraga los periódicos tenían que pasar antes por el censor que en Cádiz era un afamado crítico taurino que fue republicano en la República y que se cambió de bando después del 18 de julio porque así se lo recomendó el Nazareno, según decía. El tipo recibía en una casa de alterne de la calle de la Plata y  ataviado solo con un abrigo de mujer marcaba en rojo lo que no se podía publicar” (…) “El España tenía libertad absoluta para hablar de cultura, internacional y sociedad. Podía poner en su primera la concesión del Nobel a un exiliado, Juan Ramón Jiménez, por encima de la tradicional audiencia de Franco. Poco a poco el España se convirtió en un mito para los demócratas españoles. Los que pudieron disfrutar de su lectura hasta su desaparición en 1971 y todos los que luego conocimos de su existencia”. El diario España contó con un suplemento semanal llamado “Don José”, desde 1955 hasta 1958. Se publicaba en Tánger, aunque su redacción estuvo en Madrid, dirigida por Antonio Mingote. En aquel suplemento colaboraron los más prestigiosos dibujantes: Goñi, Cebrián, Oli, Miranda…, además de estupendos columnistas que hacían su trabajo en clave de humor.

No hay comentarios: