lunes, 9 de diciembre de 2019

La chochez de Alcibíades



En una cita previa del libro “Solo de trompeta” (Prensa y Ediciones Iberoamericanas, Madrid, 1965; col. Los libros de doña Berta; 1987) Antonio Fernández Molina señala: “Con el título "La chochez de Alcibíades" escribió mi maestro una sátira profética, que he buscado en vano entre sus papeles inéditos". Alcibíades fue sobrino carnal de Pericles. Pero Fernández Molina alude a Antonio Machado, en “Juan de Mairena”, donde aparece ese escrito textual. Tirando por el camino más corto, se me ha ocurrido leer la tesis doctoral “Pensar poético  y eutopía cívica en Antonio Machado”, de Antonio Jesús Carrillo Burgos (Universidad de Almería), por ver si con su lectura sacaba algo en limpio.  No mucho, la verdad. Juan de Mairena (Sevilla, 1865- Casariego de Tapia, 1909) fue un ficticio profesor de gimnasia y retórica creado por Machado y al que describe como “poeta, filósofo, retórico e inventor de una Máquina de Cantar”, y al que presenta como alumno del maestro apócrifo Abel Martín (Sevilla, 1840- Madrid, 1898). No existe tal localidad en Asturias, pero sí Tapia de Casariego, en el concejo del mismo nombre. Diego Taboada Varela, en su artículo “¿Por qué Juan de Mairena?”,  hace referencia a Montalbán. ” Decía Montalbán  -y así lo señala Taboada- que Mairena era quizás el más liberal de todos los liberales que hubo nunca en este tragicómico país, en donde discrepar sobre todas aquellas bobadas que suelen metérsele en la cabeza a la masa y a sus representantes políticos es y seguirá siendo considerado como un síntoma de arrogancia o prepotencia, cuando no de locura. Los borregos son y serán así toda su vida: cuando balan y ríen juntos cogen mucha fuerza, y si alguna oveja negra decide pensar y decidir por sí misma, sentirán aún más placer en ridiculizarla. El miedo y la ignorancia, que suelen ir de la mano, no perdonan a la apertura mental y a la falta de certezas o verdades opiáceas. Tanto en nuestra vida cotidiana como a altas esferas. Tanto en anónimas pero reales historias cotidianas como en públicas manifestaciones de principios, el loco es y seguirá siendo aquel o aquellos que no barren hacia el sol que más calienta. La psiquiatría tranquiliza mucho a aquellos individuos demasiado seguros de su propia cordura, por eso el loco nunca será escuchado por el mero hecho de haberse ganado, por unánime y unilateral consenso, y sin juicios previo, la etiqueta de ‘loco’; y así, por arte del birlibirloque y el consenso semántico aceptado en masa, el loco de turno y sus sólidas razones suelen quedar casi siempre relegadas al cajón de las verdades que conforman el culo y la trastienda de una sociedad hipócrita, incapaz de reírse de sí misma y de las medias-verdades que considera como sagradas e insustituibles”. Ya lo dijo Pirandello: Así es (si así os parece).

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