viernes, 27 de diciembre de 2019

Un mensaje hueco y y lacónico



Dicen que el mensaje de Felipe VI la víspera de Navidad fue visto por siete millones y medio de espectadores. Yo no sé si de alguna manera se puede saber cuántas televisiones hay encendidas a la vez en España. De ser así, en el supuesto de que se sepa, toca saber el número de personas que estaban atentas a la pantalla en el momento del discurso real, si tenemos en cuenta que tal conexión era sincrónica  en todas las principales cadenas. A mi entender, una cosa es tener encendido el televisor y otra, estar atento a un mensaje que igual sirve para un roto que para un descosido. Los mensajes huecos y lacónicos, vacíos de contenido y leídos en el teleprónter, donde se refleja el texto de una noticia o de un discurso, quitan, además, expresividad en el rostro de aquel que lo lee. El ciudadano, en el caso que nos ocupa,  ya intuye de antemano qué se va a intentar comunicar por la experiencia de otros años; es decir, salir del paso sabiendo nadar y guardando la ropa. Karina Sáinz Borgo, en Vozpópuli, cuenta que el mensaje real “igual servía para inaugurar un puente que para una entrega de premios. Sus palabras pasaban de lado a las cosas a las que realmente aludían, apenas sin rozarlas. Cataluña como quien evita decir desastre, entendimiento cual versión baja en grasa de desaparición o la invocación al futuro como una forma de esperar a que las cosas se arreglen solas. (…) La demasiada precaución delata temor, y desde ya hace unas semanas los españoles perciben a un Rey que por no abusar del mando acaba sometido al arbitrio de otros, alguien que acepta y traga con entregar los premios princesa de Girona en Barcelona. (…) Y será justo ese exceso de prudencia, esa falta de intervención, una amenaza más seria que la de quienes buscan el fin de la monarquía”. Joaquín Osuna, en el mismo diario, cuenta que “quizás será el momento de plantearnos si merece la pena tener un Jefe del Estado tan lacónico. Ha dedicado [en su discurso] un tiempo a consolar a las víctimas de los últimos desastres naturales pero no ha dedicado ni una palabra a los españoles que, en gran parte del territorio nacional, sufren discriminación y marginación por el hecho de serlo y querer seguir siéndolo. A esos ni agua. (…) Porque cuando el futuro gobierno plantee, que lo hará y muy pronto, un referéndum sobre Monarquía o República, será muy difícil defender una institución monárquica que solo pueda exhibir una hoja de servicios equivalente a la de ese perrito que está situado tras la luna trasera de muchos coches y que asiente constantemente. Todo se andará.

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