lunes, 23 de diciembre de 2019

Desmontando mitos



Se ha desmontado el mito de Rodrigo Díaz de Vivar, de la misma manera que de niños dejamos de creer en los Reyes Magos cuando tuvimos uso de razón. En un reciente ensayo, “El Cid, historia y mito de un señor de la guerra”, David Porrinas desmonta la leyenda del Cid Campeador y mantiene que no tenia dos espadas, Tizona y Colada;  ni un caballo llamado Babieca; ni que obligase a jurar en Santa Gadea a Alfonso VI el Bravo por el contubernio que llevó a la muerte a su hermano Sancho II el Fuerte en la muralla de Zamora en 1072 a manos de Bellido Dolfos; y que sus hijas no se llamaban Elvira y Sol sino María y Cristina… A mi entender, existen mitos y falacias sobre lo divino y lo humano, sobre las castañas, el chocolate, la luna y el santo grial, por citar algunos. Mito, en el diccionario de la RAE tiene cuatro acepciones. Unos versos de Ramón de Campoamor incluidos en su poema “Las dos linternas” (1846) lo deja todo claro:
“Y es que en el mundo traidor
nada hay verdad ni mentira;
todo es según el color
del cristal con que se mira”.
 Lo que llamamos verdad dependerá de la perspectiva. Hay quien mira las cosas “bajo su punto de vista”, sin pararse a pensar que bajo un punto de vista no se ve nada. Mejor aplicar la preposición “desde”, si es que se pretende ser más objetivo. No sería ni parecida, por ejemplo, la Guerra Civil contada por Pío Moa o César Vidal, con resonancias galdosianas, que por los prestigiosos  Ian Gibson o Raymond Carr. Por eso insisto en lo de la perspectiva. Así, resulta que el cuento de “Caperucita Roja” que se contaba a los niños de mi generación, ahora se ha convertido en un “relato tóxico” por lo que tiene de sexista. Los cuentos infantiles, al menos así lo entiendo, son siempre metáforas de la realidad. Lucía Etxevarría va más lejos todavía, al entender esa escritora que la “Caperucita roja “(en la versión de Perrault, sin final feliz) es la historia de un violador: “Cuidado, niña, no te metas en el bosque…”. Por cierto, conservo todos los ejemplares encuadernados de “Gente menuda” (Suplemento de la revista “Blanco y Negro” que se editaron en 1936 (el último, el 21 de junio) donde a lo largo de tres cuadernillos consecutivos se teatraliza para niños el cuento de “Caperucita roja” (en la versión suavizada por los Hermanos Grimm) a la que titularon como “Caperucita encarnada”. Quedó claro que Prensa Española, editora de aquel suplemento, considerado por el crítico y cineasta Jesús Cuadrado Pérez como ”el más fundamental y exquisito suplemento infantil”,  no contemplaba en su particular “Libro de Estilo” el adjetivo calificativo “roja” concordante con la República instaurada tan pronto como se marchó por Cartagena el último Borbón reinante.

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