sábado, 14 de diciembre de 2019

Recordando a Garmendia



Nombrar a José Antonio Garmendia Gil (Sevilla, 1932-2007) significa recordar a un señor muy alto, con una barba blanca enorme de franciscano, casi siempre vestido de negro, con el pecho lleno de colgantes y eterno paseante por las calles y las tascas del centro de Sevilla. Licenciado en Química, ejerció varios oficios. Escribió en varios periódicos, se asomó a la radio, publicó chistes en La Codorniz y escribió una veintena de libros, entre los que se encuentran “Poemas de pulpa y cascabel”, “La fauna ibera”, “El Locamerón”, “Florilegio de choradas”, “El Diccionario de Cipriano Telera (y siete cartas a opá)”, “La Pasión llena de Gracia”, “La taberna de El Traga”… También fue el autor de un autorretrato en verso que editó en El Correo de Andalucía, en 1970: “Nací en Sevilla; mi apellido es vasco. Vasca mi sangre, vasca mi figura…”. Tuvo muchos amigos, entre ellos Benito Rodríguez Rey, más conocido como El Beni de Cádiz, conocido cantaor de flamenco gaditano fallecido en Sevilla en 1992, cuando contaba 62 años. También regentó un bar en El Postigo, en barrio del Arenal, llamado El colmaíto, que contaba con una sola mesa. Por su negocio pasó  lo más selecto del arte y el toreo. A El Beni igual le daba cantar fandangos y rumbas que zambras o caracoleras. Por cierto, dicho sea de paso, hubo en Sevilla un costalero que en la procesión del Lunes Santo de 1999 murió de repente en El Postigo mientras el cofrade mayor gritaba: “Al cielo con él”, que era la orden que daba para que el paso en reposo se levantara del suelo y comenzara a moverse merced al esfuerzo humano. De El Beni,  contaba Garmendia infinidad de anécdotas. Muchas de ellas las reflejó en “La taberna de El Traga”. Pero hay, por cierto, una anécdota de este cantaor gaditano recogida por el poeta Antonio Hernández referida a El Beni de Cádiz, cuando tras una placa colocada en casa de José María Pemán, El Beni le preguntó a El Cojo Peroche: “¿Y cuando yo me muera, qué pondrán en la fachada de mi casa?”. Contestación de El Cojo Peroche: “Se vende”. Pero aún existe otra anécdota más hiriente, si cabe, también referida por Antonio Hernández: Durante una juerga flamenca pagada por el acaudalado adulador de turno, un exdirector general franquista le preguntó a El Beni: “¿Usted de dónde es?”. El Beni le respondió: “De Cádiz”. Tras un reiterado interrogatorio del político fascista y las respectivas respuestas lacónicas de El Beni, aquel exdirector general le espetó de forma grosera: “¿De Cádiz, dice usted? De donde son los maricones”. El Beni, ya harto, le preguntó al político: “¿Y su mujer, de dónde es, caballero”. Respuesta del político: “De Calatayud”. El Beni se vino arriba, se puso de pie, pidió silencio al resto de los acompañantes de aquel imbécil, y dijo: “Señores, ¿saben ustedes de donde es la mujer de este tío? ¡De Calatayud! De donde son todas las putas y muchos de los cornudos, porque también habrá en Calatayud algún forastero”. Se armó la gresca. No se sabe cómo terminó aquello, aunque supongo que como el rosario de la aurora. Contaba Garmendia en “La taberna del Traga” otra anécdota referida a El Beni de Cádiz y a El Cojo Peroche. Una noche, ambos fueron a un cine de verano en la Alameda de Hércules. Como dice Garmendia, “un cine de pipas de girasol, de higos chumbos, y de esmerado servicio de nevería”. Proyectaban una película del Oeste con muchos tiros. “En medio de una batalla campal -sigue contando Garmendia- entre los buenos y los malos, con tantísimos disparos que el cine olía a pólvora, ese Cojo que se levanta de su silla de enea. Y con aquella voz, dificultosa e inconfundible como su cojera, va y le dice al compadre:”Beni, yo me voy a mear. Cúbreme”. La cosa no era para menos.

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