Lo que cuenta hoy en El País Juan José Millas,
en su artículo “Pillaje”, mete el
dedo en la llaga. Como bien dice, “pagar impuestos significa ceder parte de lo
obtenido en la fábrica, en la oficina, o donde quiera que usted y yo nos ganemos
la vida, al Estado, que mantendrá con ese dinero la sanidad pública y la
educación, por poner dos ejemplos, además de construir viviendas de protección
oficial que se ofrecerán en alquileres asequibles a ciudadanos cuyos salarios
no alcanzan para competir en el mercado libre de este bien de primera necesidad”.
Lo malo llega cuando algunos alcaldes irresponsables venden esas viviendas a
especuladores que aumentarán el precio de los contratos a los inquilinos, o los
dejará en la calle por falta de recursos. El caso de lo acontecido en Madrid
siendo alcaldesa Ana Botella da idea
de cómo se las gastan ciertos politicastros de mierda cuando hacen determinadas
transferencias de renta. Una alcaldesa que lo fue de rebote, al ser designado
ministro de Justicia Ruiz Gallardón.
Un ministro y una alcaldesa, por cierto, que nunca dieron la talla y
certificaron con sus dislates como buena la teoría del “Principio de Peter”. “Los euros –como bien señala Millás- que
hace poco estaban en nuestros bolsillos se encuentran ahora en los de los tipos
que no dan un palo al agua porque viven de darnos palos a los demás. Pero lo
más triste de todo, si es que existe algo más triste, es lo que viene al final
del artículo: “Pongamos que los afectados [en el caso de los pisos malvendidos
desde el poder público a esos sinvergüenzas] se asocian para denunciar el
atropello. Pasan años, se producen desahucios, defunciones naturales y
suicidios. Finalmente, quizá al cabo de un lustro, un magistrado falla en
contra de la operación. ¿Cómo se repara el daño originado?”. De ninguna de las
maneras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario