domingo, 8 de diciembre de 2019

Ondas de sueños marinos



Existe una carta (la número 23) de Pablo Neruda (“Epistolario viajero”1927-1973) a Alfonso Reyes (autor de “Romances del Río de Enero”, 1932), fechada el 12 de mayo de 1935, donde le cuenta: “Soy el hombre terrible que no sabe escribir cartas. Pensad que aquella botellita de Sedobrol me libró para siempre de tantas angustias y que esto se lo debo a Mme. Reyes. Cuantas veces le he agradecido, al dormirme, enviándole grandes  ondas de sueños trasatlánticos. Estoy como Ud. quería (y yo apenas me atrevía a desear), agregado a la Embajada en Madrid, con un excelente Embajador y muy contento”. Con lo de “excelente embajador” hacía referencia al antiguo senador radical-socialista, embajador desde 1934, Aurelio Núñez Morgado, que durante la Guerra Civil fue embajador de Chile en la República Española. Dada su ideología, abrió la puerta de la Embajada a un número incontable de derechistas españoles perseguidos, repartidos entre el caserón de la calle del Prado, 26, y los edificios anexos: el Consulado (Plaza de Salamanca), el Refugio Chileno (Santa Engracia, 13) y el Decanato (Castellana, 29). Parece normal, en consecuencia, que en su obra “Los sucesos de España vistos por un diplomático” (Buenos Aires, 1941) responsabilizase de la guerra a los republicanos; y, ya de paso, a Carlos Morla Lynch, amigo íntimo de Federico García Lorca,  encargado de negocios entre 1928 y 1938, cuando accedió al cargo de embajador después de que su predecesor se viera obligado a dimitir por presiones del Gobierno español. Según Pablo Neruda, se calcula que la Embajada de Chile llegó a dar asilo a cerca de 4.000 personas durante la guerra, entre ellas los escritores Joaquín Calvo Sotelo, Víctor de la Serna y Rafael Sánchez Mazas. El periodista Eduardo González mantiene en The  Diplomat (18/08/19) que “tras el término de la guerra, la Embajada siguió ofreciendo asilo, esta vez, a los republicanos huidos de la represión franquista, entre ellos las hijas de Francisco Largo Caballero, e incluso llegó a gestionar el exilio al extranjero de los familiares de Manuel Azaña e Indalecio Prieto. Un caso emblemático fue el del poeta Miguel Hernández, quien se negó a aceptar refugio en la Embajada debido a que, según declaró el nuevo embajador Morla Lynch, no quería albergarse en sitio alguno porque lo consideraba como una deserción de última hora”.

No hay comentarios: