Existe una carta (la número 23) de Pablo Neruda (“Epistolario viajero”1927-1973) a Alfonso Reyes (autor de “Romances
del Río de Enero”, 1932), fechada el 12 de mayo de 1935, donde le cuenta: “Soy el
hombre terrible que no sabe escribir cartas. Pensad que aquella botellita de Sedobrol me libró para siempre de tantas
angustias y que esto se lo debo a Mme.
Reyes. Cuantas veces le he agradecido, al dormirme, enviándole grandes ondas de sueños trasatlánticos. Estoy como Ud.
quería (y yo apenas me atrevía a desear), agregado a la Embajada en Madrid, con
un excelente Embajador y muy contento”. Con lo de “excelente embajador” hacía
referencia al antiguo senador radical-socialista, embajador desde 1934, Aurelio Núñez Morgado, que durante la
Guerra Civil fue embajador de Chile en la República Española. Dada su
ideología, abrió la puerta de la Embajada a un número incontable de derechistas españoles
perseguidos, repartidos entre el caserón de la calle del Prado, 26, y los
edificios anexos: el Consulado (Plaza de Salamanca), el Refugio Chileno (Santa Engracia,
13) y el Decanato (Castellana, 29). Parece normal, en consecuencia, que en su
obra “Los sucesos de España vistos por un
diplomático” (Buenos Aires, 1941) responsabilizase de la guerra a los
republicanos; y, ya de paso, a Carlos Morla Lynch,
amigo íntimo de Federico García Lorca,
encargado de negocios entre 1928 y 1938,
cuando accedió al cargo de embajador después de que su predecesor se viera
obligado a dimitir por presiones del Gobierno español. Según Pablo Neruda, se
calcula que la Embajada de Chile llegó a dar asilo a cerca de 4.000 personas
durante la guerra, entre ellas los escritores Joaquín Calvo Sotelo, Víctor
de la Serna y Rafael Sánchez Mazas.
El periodista Eduardo González
mantiene en The Diplomat (18/08/19) que “tras el término
de la guerra, la Embajada siguió ofreciendo asilo, esta vez, a los republicanos huidos de
la represión franquista, entre ellos las hijas de Francisco Largo Caballero, e incluso llegó a gestionar el exilio al
extranjero de los familiares de Manuel
Azaña e Indalecio Prieto. Un
caso emblemático fue el del poeta Miguel
Hernández, quien se negó a aceptar refugio en la Embajada debido a que,
según declaró el nuevo embajador Morla Lynch, no quería albergarse en sitio
alguno porque lo consideraba como una deserción de última hora”.
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