martes, 25 de febrero de 2020

En la diáspora


Un Miércoles de Ceniza, más cerca de las 4 que de las 3 de la tarde, moría en Colliure, en el sur de Francia, Antonio Machado. Era el 22 de febrero de 1939. Tres días después moría en la misma habitación su madre, doña Ana Ruiz. Quiso que le enterrasen con tierra que había llevado de España en una cajita de madera. Su pobre madre, según caminaba como podía hacia la frontera francesa no hacía otra cosa que preguntar a sus acompañantes: “¿Llegaremos pronto a Sevilla?”. A Colliure habían llegado acompañados de su hermano José y de la mujer de éste, Matea Monedero. Ya en la estación, un  ferroviario, Jacques Baills, les recomendó el Bougnol-Quintana, un pequeño hotel a sólo diez minutos de la estación. Y allí marcharon todos renqueantes y maleta en mano dispuestos a cobijarse. Sería el triste final del trayecto. Machado sólo lo pudo disfrutar una semana. Su madre, diez días. En el bolsillo del gabán de Antonio, su hermano José descubrió un papelito que contenía el comienzo de unos versos que nunca pudieron ser terminados: “Estos días azules / este sol de la infancia…”. Atrás quedaba el recuerdo de Leonor y de Pilar Valderrama (Guiomar). Atrás quedaba, también, la remembranza de la España de Frascuelo y de María ardiendo por los cuatro costados.Todo se fue a la mierda.

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