En la diáspora
Un Miércoles de Ceniza, más cerca de las 4 que de las
3 de la tarde, moría en Colliure, en el sur de Francia, Antonio Machado. Era el 22 de febrero de 1939. Tres días después
moría en la misma habitación su madre, doña
Ana Ruiz. Quiso que le enterrasen con tierra que había llevado de España en
una cajita de madera. Su pobre madre, según caminaba como podía hacia la
frontera francesa no hacía otra cosa que preguntar a sus acompañantes: “¿Llegaremos
pronto a Sevilla?”. A Colliure habían llegado acompañados de su hermano José y de la mujer de éste, Matea Monedero. Ya en la estación,
un ferroviario, Jacques Baills, les recomendó el Bougnol-Quintana, un pequeño hotel a sólo diez minutos de la
estación. Y allí marcharon todos renqueantes y maleta en mano dispuestos a
cobijarse. Sería el triste final del trayecto. Machado sólo lo pudo disfrutar
una semana. Su madre, diez días. En el bolsillo del gabán de Antonio, su
hermano José descubrió un papelito que contenía el comienzo de unos versos que
nunca pudieron ser terminados: “Estos
días azules / este sol de la infancia…”. Atrás quedaba el recuerdo de Leonor y
de Pilar Valderrama (Guiomar). Atrás quedaba, también, la remembranza de
la España de Frascuelo y de María ardiendo por los cuatro
costados.Todo se fue a la mierda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario