sábado, 1 de febrero de 2020

A propósito de un banquete



Se sabe por la prensa que Felipe VI celebró su quincuagésimo segundo aniversario de nacimiento con diecinueve amigos “íntimos” en un restaurante madrileño, que cada menú costó 46 euros por barba y que el monarca escogió de segundo plato una lubina y vinos de crianza de las Bodegas Olarra. Nada que objetar. Cada uno es libre de celebrar su aniversario del modo que mejor le plazca. Lo que  me choca  es que el Rey tenga tantos amigos íntimos. Decía Jaime Peñafiel que un rey no debe tener amigos y que quien presume de ello le hace un flaco favor. Contaba que, en cierta ocasión, Juan Carlos I se fió de un amigo, Francisco Sitges, que por los años 90 era presidente de Asturiana de Zinc. Fiándose de su “información “privilegiada”, el rey pidió un crédito, especuló en Bolsa y perdió 300 millones de pesetas. También decía Lamartine que las monarquías nuevas perecen a manos de sus enemigos; y las restauradas, a la de sus amigos. No hay que olvidar que España es una Monarquía sin apenas monárquicos.  Somos muchos los españoles que entendemos  que la Monarquía es una institución medieval anacrónica. Y dentro de las monarquías, conviene precisar. Hay monarquías más caras y más baratas. Ello me lleva a volver a lo expresado por Peñafiel y a leer una entrevista que le hizo La Nueva España (15-02-2011). Peñafiel no dudó en afirmar que “sólo la cocina del palacio británico tiene casi tantos empleados como el palacio español: 100 frente a 125 trabajadores. Pero la inglesa tiene patrimonio real, y la española nacional, vive de los Presupuestos del Estado”. Esa es la diferencia. También leo estos días en la prensa conservadora que a Felipe VI se le está ninguneando por parte del Gobierno. Sin ir más lejos, ayer, viernes,  Ramón Pérez-Maura precisaba en el diario ABC: “Hace tiempo que el Gobierno procura evitar los baños de masas de los Reyes en las calles. El papel que prima para el Rey es ir a encuentros cuestionables con interlocutores aislados del resto de los jefes de Estado del mundo occidental. Por ejemplo, hacer viajes a lugares como Cuba, pero no ir a Cuenca. Sánchez quiere para la Monarquía más Siria y menos Soria. Se trata de evitar la identificación de los españoles con la Corona. Porque, por primera vez en la historia de España, tenemos un Gobierno que intenta laminar la institución monárquica” ¿La primera vez, señor Pérez-Maura? Ya en el siglo XIX, cuando la Gloriosa echó de España a Isabel II, Juan Prim dijo aquello de "¡los Borbones nunca más!". Pero a Prim lo asesinaron, Amadeo de Saboya fracasó y se largó dos años más tarde y, ¡oh, milagro!, siete años después de la marcha de la reina por la Estación de Atocha volvíamos a tener en España a su hijo Alfonso XII. Primera restauración borbónica. Y luego a su hijo Alfonso XIII, que se fue cobardemente en 1931. Y luego al sátrapa Franco, ganador de una guerra civil. Y a su muerte, la Segunda Restauración en la persona de Juan Carlos I. Aquí queda mucho hilo en el carrete y mucha tela que cortar. El rey puede ir a Cuba y a Cuenca, a Siria y a Soria. También a Ceuta y a Melilla, pero no lo hace.  Pérez-Maura no debe olvidar que este país, y así lo dice la Constitución de 1978, es en una Monarquía Parlamentaria y que la soberanía reside en el pueblo, es decir, en el Parlamento, no en el Palacio de la Zarzuela.

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