Se sabe por la prensa que Felipe VI celebró su quincuagésimo segundo aniversario de nacimiento con
diecinueve amigos “íntimos” en un restaurante madrileño, que cada menú costó 46
euros por barba y que el monarca escogió de segundo plato una lubina y vinos de crianza de las Bodegas Olarra. Nada que
objetar. Cada uno es libre de celebrar su aniversario del modo que mejor le
plazca. Lo que me choca es que el Rey tenga tantos amigos íntimos.
Decía Jaime Peñafiel que un rey no
debe tener amigos y que quien presume de ello le hace un flaco favor. Contaba
que, en cierta ocasión, Juan Carlos I
se fió de un amigo, Francisco Sitges,
que por los años 90 era presidente de Asturiana
de Zinc. Fiándose de su “información “privilegiada”, el rey pidió un
crédito, especuló en Bolsa y perdió 300 millones de pesetas. También decía Lamartine que las monarquías nuevas
perecen a manos de sus enemigos; y las restauradas, a la de sus amigos. No hay
que olvidar que España es una Monarquía sin apenas monárquicos. Somos muchos los españoles que entendemos que la Monarquía es una institución medieval
anacrónica. Y dentro de las monarquías, conviene precisar. Hay monarquías más
caras y más baratas. Ello me lleva a volver a lo expresado por Peñafiel y a
leer una entrevista que le hizo La Nueva
España (15-02-2011). Peñafiel no dudó en afirmar que “sólo la cocina del
palacio británico tiene casi tantos empleados como el palacio español: 100
frente a 125 trabajadores. Pero la inglesa tiene patrimonio real, y la española
nacional, vive de los Presupuestos del Estado”. Esa es la diferencia. También leo
estos días en la prensa conservadora que a Felipe VI se le está ninguneando por
parte del Gobierno. Sin ir más lejos, ayer, viernes, Ramón
Pérez-Maura precisaba en el diario ABC:
“Hace tiempo que el Gobierno procura evitar los baños
de masas de los Reyes en las calles. El papel que prima para el Rey es ir a
encuentros cuestionables con interlocutores aislados del resto de los jefes de
Estado del mundo occidental. Por ejemplo, hacer viajes a lugares como Cuba,
pero no ir a Cuenca. Sánchez quiere
para la Monarquía más Siria y menos Soria. Se trata de evitar la identificación
de los españoles con la Corona. Porque, por primera vez en la historia de
España, tenemos un Gobierno que intenta laminar la institución monárquica” ¿La
primera vez, señor Pérez-Maura? Ya en el siglo XIX, cuando la Gloriosa echó de
España a Isabel II, Juan Prim dijo aquello de "¡los Borbones
nunca más!". Pero a Prim lo asesinaron, Amadeo
de Saboya fracasó y se largó dos años más tarde y, ¡oh, milagro!, siete
años después de la marcha de la reina por la Estación de Atocha volvíamos a
tener en España a su hijo Alfonso XII.
Primera restauración borbónica. Y
luego a su hijo Alfonso XIII, que se
fue cobardemente en 1931. Y luego al sátrapa Franco, ganador de una guerra civil. Y a su muerte, la Segunda Restauración en la persona de
Juan Carlos I. Aquí queda mucho hilo en el carrete y mucha tela que cortar. El
rey puede ir a Cuba y a Cuenca, a Siria y a Soria. También a Ceuta y a Melilla, pero no lo hace. Pérez-Maura no debe olvidar que este país, y así lo dice la Constitución de 1978, es en una
Monarquía Parlamentaria y que la soberanía reside en el pueblo, es decir, en el Parlamento, no en el
Palacio de la Zarzuela.
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