Ramón
Reig
contaba hace unos días en El Correo de
Andalucía que se le había muerto la impresora. Así, nada más leerlo sentí
consternación. De no haberlo contado Reig, tampoco tendría noticia de ese fatal
desenlace. Porque la muerte de una impresora no requiere esquela en el ABC, que es donde aparecen las esquelas
de tipos con apellidos muy largos para que el lector pueda cortar por donde
quiera. Las imprersoras dejan un día de funcionar y estás perdido. Cuesta más pretender repararlas que ir a la
tienda y comprar una nueva, como sucede con los monitores de televisión o con
las cafeteras de hidropresión. Lo que no sé, Reig tampoco lo cuenta, es de qué murió
su impresora.Supongo que de obsolescencia
programada, contra la que no existe vacuna eficaz y que obliga al usuario a
entrar en un ciclo sin fin de consumo y desperdicio. Todo se ha hecho para usar
y tirar. ¿Quién zurce hoy “tomates” en los calcetines? Recuerdo cuando en la
caja de costura de mi madre había un huevo de madera que servía para ese
menester de apaño. Nuestras abuelas eran conocedoras de que antes de la Guerra
Civil las medias de nailon eran casi
irrompibles. El fabricante pronto se dio cuenta de que esa larga duración iba
en contra de sus intereses comerciales y pronto ideó la fórmula para que se
rompieran, de que apareciesen las llamadas “carreras” y así conseguir aumentar
sus ventas. En consecuencia, como nunca falta un roto para un descosido, no
tardaron en aparecer garitas, algunas dentro de portales de vecindad, donde
había señoras que se encargaban de arreglar esas “carreras. También se agudizó
la imaginación de las féminas y decidieron aplicar los cuatro trucos de la
abuela: el primer truco era el del congelador, que consistía en mojarlas,
meterlas en una bolsae introducirlas en
la nevera. Pasado untiempo, las medias se
aclaraban con agua templada y se dejaban a secar (no al sol). El resultado era
espectacular. El segundo truco, preventivo, consistía en aplicar laca en
talones y puntas de las medias, para que las rejillas se volviesen duras y
rígidas. En el tercero de los trucos se aplicaba una gota de esmalte
transparente de uñas sobre el inicio de la “carrera”. Y el cuarto truco,
también preventivo, pasaba por utilizar guantes al ponerse las medias. Una uña rota
puede producir“carrera”. También
convenía fijarse en los deniers al hacer la compra. Las medias son más seguras
si son más densas y pasan de 60 deniers. El denier, para el que no lo sepa, es
una unidad de medida en el sistema inglés de la densidadlineal de la masa en fibras y se determina
por la masa en gramos por cada 9.000 metros de fibra. Pero no deseo terminar este
escrito sin dar mi sentido pésame a Ramón Reig por la muerte de su impresora. A
mí hace poco que se me murió el lavavajillas y sé lo que se siente. Estaba en
la flor de la vida.
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