Sucedió en plena Guerra Civil, cuando el entonces
gobernador general de la Junta Técnica de Estado del bando sublevado, Luis Valdés Cabanillas, envió el 3 de
febrero de 1937 desde Valladolid una circular a todos los gobernadores civiles
donde se ordenaba su suspensión. No convenía exteriorizar alegrías mientras los
soldados combatían en los frentes. El contenido pagano de esas modernas
saturnales, por otro lado, no eran acordes con la “cruzada” de liberación que
se mantenía contra los “enemigos” de España. Terminada la
contienda, el cuñadísimo RamónSerrano Suñer, como ministro de la
Gobernación, promulgó una orden el 12 de enero de 1940 donde se mantenían los acuerdos
tomados tres años antes, obligando a los alcaldes de todas las ciudades y
pueblos a mantener esa prohibición mediante los correspondientes bandos a los
vecinos. No hay que olvidar que existe una larga lista de chirigoteros represaliados
por el franquismo en Andalucía. Aquellos rebeldes fascistas, carentes por
completo de sentido del humor y sacando a flote sus más primitivos instintos,
asesinaron en el verano de 1936 a varios ciudadanos vinculados con el Carnaval
en Cádiz, entre ellos a Guillermo Crespillo
Lavié de dos balazos en la cabeza. Su “delito” consistía en pertenecer a la
murga del barrio de San José; a José
Mejías Mejías, componente de Los
enchufistas de un país desconocido; y a Juan Ragel Jiménez, autor de la letra de “Los viejos matatías”. En otros casos, como fue el de Manuel LópezCañamaque, tuvieron que esconderse para
no ser asesinados. Como había sucedido con los casinos de los pueblos desde la
dictadura de Primo (que habían
cambiado su nombre pasando a llamarse “círculos”), las fiestas de Carnaval, muy
consolidas en algunas ciudades (Cádiz, Santa Cruz de Tenerife, Badajoz, Benavente,
Águilas…) pasaron a denominarse “fiestas de invierno” o “fiestas típicas”, donde losjolgorios locales estuvieron muy controlados
por las autoridades. Pero en el franquismo, al igual que sucede en todas las
dictaduras, se caracterizó por el incumplimiento de las normas. Tanto es así
que se toleraron algunos saraos burgueses en locales cerrados, al estar más
controlados que las algarabías callejeras, pero se prohibió expresamente el uso
de caretas o maquillajes que ocultasen o deformasen los rostros. También, en
aquellas “fiestas típicas” se
permitíancabalgatas donde se paseaba a
la “reina infantil”, por lo general hija o nieta de algún oligarca del lugar. La
fiesta de Carnaval, a mayor gloria de la ciudadanía, se recuperó con la llegada
de la democracia.
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