lunes, 10 de febrero de 2020

Sólo quedan los mitos



Leo el artículo de hoy de Antonio Burgos en ABC de Sevilla donde se queja de la desaparición de muchos espacios que en su día vieron nacer o fueron ocupados por personas trascendentes. Entre otros, hace referencia al paraje de Fuentepiña, en Moguer, “donde está el recuerdo de Platero y el pino grande de sus poemas”. También, a la vivienda donde nació Gustavo Adolfo Bécquer (del que el próximo 22 de diciembre se cumplirá el sesquicentenario de su muerte en Madrid).  Dice Burgos, y dice bien, que “la que pasa por tal en la calle Conde de Barajas es la del torero Antonio Fuentes  (Sevilla 1869- 1938) como tantas veces ha demostrado Joaquín Caro Romero”. Algo similar, el abandono, sucede con la casa que fuese de Luis Cernuda en la calle Acetres, que ha comprado el Ayuntamiento no se sabe para qué. En 1986, coincidiendo con otro sesquicentenario, el del nacimiento de Bécquer en Sevilla, el diario El País publicó un suelto (19 de febrero) firmado por Alfredo Valenzuela y titulado “La olvidada  huella de Bécquer en Sevilla”, que iba en el mismo sentido, aprovechando la presentación de un libro preparado por la profesora Isabel Román y que recogía las obras teatrales del autor de las “Rimas”. “No es de extrañar –escribía Valenzuela- que en Sevilla, ciudad tradicional por definición, nada quede de los turbulentos tiempos de Gustavo Adolfo Bécquer. La época conoció la exclaustración de los frailes, el bombardeo de Sevilla por un general de apellido extranjero, la epidemia de cólera, la revolución que dio al traste con Isabel II... De todas formas, Sevilla nunca puso mucho de su parte para constatar que es la ciudad natal del poeta, de lo cual dejan constancia un monumento en el parque de María Luisa erigido por iniciativa de los hermanos Álvarez Quintero, una placa conmemorativa a la puerta de cada una de las casas donde el poeta habitó y una lápida junto a la derruida Venta de los Gatos”. Luis Santisteban, presidente de la Asociación de Libreros de Sevilla, en una serie de conferencias que se impartieron por aquellos días,  aseguraba “no haber observado ningún aumento en la venta de textos del poeta, ni de los escritos sobre su vida y su poesía.  Y Jorge Urrutia, catedrático de Literatura de la Universidad de Sevilla, por su parte, aseveró que “de Bécquer sólo queda el mito. Dicen los que lo saben que Sevilla trata mal a sus poetas y que para alcanzar la gloria tienen que abandonar la ciudad. Sevilla maltrató a Blanco White y a Cernuda; de Vicente Aleixandre se acordó cuando ganó el Nobel y la primera muestra de dolor tras la muerte de Gustavo Adolfo Bécquer apareció en una revista de Barcelona”. También el chalé situado en el número 3 de la calle Velintonia, en Madrid, donde  García Lorca solía tocar el piano de la madre de Vicente, donde leyó por primera vez los “Sonetos del amor oscuro” (los publicados y los perdidos), está en ruinas y no encuentra comprador. En su jardín todavía permanece en pie un cedro que Aleixandre plantó en 1940 y donde alrededor de él correteaba su perro Sirio.

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