Leo el artículo de hoy
de Antonio Burgos en ABC de Sevilla donde se queja de la desaparición
de muchos espacios que en su día vieron nacer o fueron ocupados por personas
trascendentes. Entre otros, hace referencia al paraje de Fuentepiña, en Moguer,
“donde está el recuerdo de Platero y
el pino grande de sus poemas”. También, a la vivienda donde nació Gustavo Adolfo Bécquer (del que el
próximo 22 de diciembre se cumplirá el sesquicentenario de su muerte en Madrid).
Dice Burgos, y dice
bien, que “la que pasa por tal en la calle Conde de Barajas es la del torero Antonio Fuentes (Sevilla 1869- 1938) como tantas veces ha
demostrado Joaquín Caro Romero”.
Algo similar, el abandono, sucede con la casa que fuese de Luis Cernuda en la calle Acetres, que ha comprado el Ayuntamiento
no se sabe para qué. En 1986, coincidiendo con otro sesquicentenario, el del
nacimiento de Bécquer en Sevilla, el diario El País
publicó un suelto (19 de febrero) firmado por Alfredo Valenzuela y titulado “La
olvidada huella de Bécquer en Sevilla”,
que iba en el mismo sentido, aprovechando la presentación de un libro preparado
por la profesora Isabel Román y que
recogía las obras teatrales del autor de las “Rimas”. “No es de extrañar –escribía Valenzuela- que en Sevilla,
ciudad tradicional por definición, nada quede de los turbulentos tiempos de
Gustavo Adolfo Bécquer. La época conoció la exclaustración de los frailes, el
bombardeo de Sevilla por un general de apellido extranjero, la epidemia de
cólera, la revolución que dio al traste con Isabel II... De todas formas, Sevilla nunca puso mucho de su parte
para constatar que es la ciudad natal del poeta, de lo cual dejan constancia un
monumento en el parque de María Luisa
erigido por iniciativa de los hermanos Álvarez
Quintero, una placa conmemorativa a la puerta de cada una de las casas
donde el poeta habitó y una lápida junto a la derruida Venta de los Gatos”. Luis
Santisteban, presidente de la Asociación de Libreros de Sevilla, en una serie
de conferencias que se impartieron por aquellos días, aseguraba “no haber observado ningún aumento
en la venta de textos del poeta, ni de los escritos sobre su vida y su poesía. Y Jorge
Urrutia, catedrático de Literatura de la Universidad de Sevilla, por su
parte, aseveró que “de Bécquer sólo queda el mito. Dicen los que lo saben que
Sevilla trata mal a sus poetas y que para alcanzar la gloria tienen que
abandonar la ciudad. Sevilla maltrató a Blanco
White y a Cernuda; de Vicente
Aleixandre se acordó cuando ganó el Nobel
y la primera muestra de dolor tras la muerte de Gustavo Adolfo Bécquer
apareció en una revista de Barcelona”. También el chalé situado en el número 3
de la calle Velintonia, en Madrid, donde García Lorca
solía tocar el piano de la madre de Vicente, donde leyó por primera vez los “Sonetos del amor oscuro” (los publicados
y los perdidos), está en ruinas y no encuentra comprador. En su jardín
todavía permanece en pie un cedro que Aleixandre plantó en 1940 y donde alrededor de él correteaba su perro Sirio.
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