Yo siempre he mantenido que en cuestiones culinarias
no siempre lo más caro es lo mejor para el paladar. Reconozco haber escrito
varias veces sobre el chicharro que, a mi entender, su sabor es preferible al
del besugo. Y Xavier Domingo lo
confirmó en su trabajo “Chicharro y
caballa” (Cambio 16, número 530, 25/01/82) hace ya 38 años. El otro día, repasando
ejemplares de aquellos años, me topé con uno de sus artículos, que me llenó de
gozo. Hacía referencia a Bilbao, a una semana gastronómica basada en platos de
chicharro y caballa ofrecidos por José
Castillo en el comedor “Bermeo”
del Hotel Ercilla, según señalaba, “uno de los mejores restaurantes de esa
ciudad y uno de los cuatro buenos de España”. No hay que olvidar que el padre
de José Castillo, de su mismo nombre, ya escribió en su día dos libros
fundamentales: “Manual de cocina
económica vasca” y “Recetas
económicas de pescado y sus aprovechamientos”, donde ponderaban tanto el chicharro como la caballa.
Xavier Domingo contaba que recibió de un lector, don José Gómez-Tejedor Cánovas, la copia de un libro de cocina
francesa que había adquirido veinte años antes en el Rastro madrileño por dos
pesetas, y que se titulaba “Les
meilleures recettes culinaires pour Poissons, crustacés et coquillages”,
publicado en 1923 por el Comité de la Semana
del Pescado en Boulogne-sur -Mor, donde se invitaba a degustar especies
ictiológicas de “menor categoría”, como el chicharro y la caballa. Lo de menor categoría
lo entrecomillo al entender que no son de categoría inferior sino de menor
precio. Castillo, según contaba Domingo, proponía una fórmula al horno con el
que se conseguían buenos resultados: “Una vez limpios los pescados, se colocan
en el horno, en plato hornero. Aparte se pican seis dientes de ajo y se mezclan
con pan rallado y perejil. Se esparce esa mezcla sobre los verdeles en el horno
y a los tres minutos se añade un vaso de sidra o de vino blanco. Se dejan los
pescados en el horno entre seis y ocho minutos”. Xavier Domingo disponía de
otra fórmula: “Cortarles la cabeza y las colas y colocarlos en bolsas de papel
de estaño, tras haberlos untado en mostaza amarilla. Añadir en cada bolsa una
rodaja de cebolla, una hojita de laurel o un ramito de tomillo, un chorro de
aceite y una cucharada o dos de vino blanco seco. Se cierran las bolsas y se
ponen al horno de ocho a diez minutos. Horno muy caliente. Se sirven con arroz
blanco o con patatas hervidas y aliñadas con una picada de ajo y perejil”. Por
terminar, yo abrí ayer a la hora de la cena una lata de filets de maquereaux (caballa) de la conservera francesa “La Perle des Dieux”, puse unos trozos
sobre pan tostado donde había untado tomate crudo y los acompañé de un vino tinto
tempranillo “Castillo de Olite”. El
resultado fue glorioso.
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