lunes, 3 de febrero de 2020

La revolución pendiente


En  marzo de 2019, hace ahora casi un año, se aprobaron las Directrices Generales de la Estrategia Nacional  Frente al Reto Demográfico. Dos años antes, en 2017, se había creado un Comisionado regulando su funcionamiento mediante un Real Decreto de 27 de enero. Diez días antes se había celebrado en Madrid la Conferencia de Presidentes. En el apartado f de aquellos acuerdos se entendía que era necesario para alcanzar ese fin  “canalizar y coordinar iniciativas propuestas por las Administraciones Públicas, así como por las organizaciones sectoriales y cualesquiera otras personas o entidades públicas o privadas”. Lo cierto es que a día de hoy todo ha quedado en un limbo y en un rosario de buenas intenciones. Pero esas buenas intenciones para pueblos, aldeas y pedanías mal comunicados por carretera o ferrocarril y con una población muy envejecida están condenadas a aparecer sólo en unos documentos que más tarde se archivan. También, recuerde el lector, las buenas intenciones con la Ley de Dependencia auspiciada en tiempos de Rodríguez Zapatero. Lo malo llegó cuando resultó que tales medidas sociales carecían de dotación presupuestaria. Mi gozo en un pozo. No se puede poner un hospital para que dé servicio a un centenar de ciudadanos achacosos, o una escuela pública para dos niños. En tiempos pasados hubo en Aragón alcaldes que cometieron muchas insensateces que atentaban contra la inteligencia. Por ejemplo, levantaron un polideportivo cerca de otro entre pueblos equidistantes a sólo a 5 kilómetros; o en ciudades de menos de 20.000 habitantes hicieron campos de golf de 18 hoyos (como sucedió en Calatayud) sin haber tenido en cuenta la tremenda escasez de agua; o construyeron una plaza de toros (como sucedió en el caso de Ricla), siendo alcalde Felipe Batanero (UCD),  para una exigua población de 3.000 habitantes. El caso de La Muela con una alcaldesa del PAR fue de libro.

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