jueves, 27 de febrero de 2020

Marqués de las Cabriolas



Algunos  monárquicos rayanos en el plebeyismo más acendrado entienden que el coronavirus podría haberse llamado tricolorvirus, que a la Corona no hay que nombrarla en vano, como decía el catecismo de Astete con respecto a Dios. Yo no sé, pero el miedo siempre guarda la viña, y la amenaza de la Organización Mundial de la Salud, referida a la posible expansión del virus hasta convertirse en una posible pandemia, parece ser más preocupante para algunos en lo referente a la cuestión económica que a la sanidad pública. Esto es de locos. Si los números no salen, el país está perdido con el turismo en expansión. Hoy, Antonio Burgos, en su “recuadro” de ABC de Sevilla, señala que  la capital de Andalucía  “suma 4.600 locales para comer y beber frente a las 3.750 camas de hospital” y que eso es señal de buen a salud. Recuerda una frase atribuida al Marqués de las Cabriolas que decía “bebe a gusto y olvida los disgustos”. He tenido que leer el blog de Isaac Albéniz para saber quién fue ese personaje. Hay que remontarse al año 1926, cuando un grupo de amigos que formaban la peña “Curdis Estomacales” solicitaron al Ayuntamiento la concesión de una caseta para la Feria de Abril. Les fue concedida un año después con el número 77, lo que dio pie para que creasen la “Peña El 77”. El título Marqués de las Cabriolas (no nobiliario sino simple apodo) le fue concedido por el grupo de amigos a Luis Martínez Vice, presidente de la Peña, nacido en la céntrica calle de San Eloy el 29 de agosto de 1891. Trabajó en el Bazar El Sevillano y fue banderillero del malagueño Matías Lara,”Larita” y más tarde se colocó el La Previsión Española como cobrador de recibos. Pero el “título” de Marqués de Cabriolas se lo pusieron cuando sus reuniones en el Manicomio de “Er 77” se trasladaron al barrio de Nervión (Cardenal Lluch, 16). Con motivo de una fiesta de san José, invitaron a Luis Martínez Vice a una cabalgata, a la que apareció disfrazado “a la Federica” y los vecinos, muy guasones, le crearon ese título. Llegó a tener hasta secretario particular, José Martínez López, jefe del obrador de la Confitería la Campana, al que los amigos llamaban graciosamente  “Conde de las Natillas”;  un pintor de cámara, Braulio Ruiz Sánchez “Caballete” y hasta un  gran poeta particular, Hilario Gutiérrez Gil. En aquel “Manicomio” de Nervión se rindió homenaje en 1954 al caballo Babieca, el de la estatua del Cid Campeador,  por haber sido excluido en la Semana del Caballo de Jerez de la Frontera. El homenaje consistió en un desfile de burros por delante de la estatua ecuestre. Más tarde esos pollinos participantes recibieron medio kilo de cebada de los almacenes de cereales de Manuel Espinosa (calle Adriano, 16). A sus dueños les fueron ofrecidas unas copas de vino español de las casas del Real Tesoro de Jerez; manzanilla “clásica” de Florido Hermano, de Sanlúcar de Barrameda; y  coñac “Centenario”, de Terry. El Marqués de las Cabriolas murió el 10 de enero de 1959.

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