Como una cosa lleva a otra, al hacer referencia a la
oscura etapa sin carnavales que sufrió España durante el franquismo, no pude
dejar pasar por alto unos asesinatos que se produjeron en Cádiz el malhadado verano
de 1936 de unos ciudadanos cuyos “delitos”
habían consistido en pertenecer a comparsas y murgas carnavalescas. De ello
dejé constancia en mi trabajo anterior. También añadía que uno de ellos, Manuel López Cañamaque (Cádiz, 1882-1953), salvó su vida de milagro al lograr esconderse
de los insurrectos. Cañamaque fue un hombre polifacético al que su padre le
compró una bandurria de segunda mano en un baratillo. En 1901 ingresó en la
estudiantina del Centro Obrero de la
Compañía Trasatlántica, dirigida por el violinista Antonio Rivas Ruiz. Ejerció varios trabajos. En 1909 abrió una
carbonería junto a su hermano Fermín.
Al poco tiempo, ingresó en la Compañía de Tranvías, pero tres meses más tarde
sufrió un accidente y dejó el oficio de conductor. Parece ser que conduciendo
uno de aquellos tranvías y bajando por la calle de San Juan de Dios se le
fueron los frenos, logrando frenarlo frente al bar La Pila Vieja. Hubo gran alarma entre los viajeros y fue entonces
cuando Cañamaque se acercó hasta el sitio ocupado por el cobrador, le dejó la
gorra sobre el pupitre de los billetes y dejó el oficio para siempre. Al
quedarse sin trabajo se vio obligado a tener que dar clases particulares de
bandurria, hasta lograr dar conciertos por los cafés gaditanos junto a su amigo
Joaquín Palomino. En 1926 participó
en un concurso literario con su relato “Un
testamento curioso”, organizado por la revista literaria “Bromas y veras”, sin conseguir premio
aunque sí su publicación. Entre 1931 y 1933 publicó artículos costumbristas en
la prensa local bajo el epígrafe “Carnavalerías”.
También fue un autor prolijo de
creaciones carnavalescas. En 1981 le fue concedido el “Antifaz de oro” a título póstumo. Fue recogido por su hijo y su nieta.
Dos años más tarde, en 1893, el Ayuntamiento de Cádiz, a propuesta de Ricardo Moreno Criado, colocó una placa en su casa natal y le dedicó
una calle. Moreno Criado estaba trabajando en una biografía de Manuel López
Cañamaque cuando le sorprendió la muerte por un infarto de miocardio en 1986.
Tenía 64 años. Un año más tarde veía la luz su libro póstumo “Cañamaque”, editado a expensas de la Fundación Municipal
de Cultura (Cátedra Adolfo de Castro. Cádiz, 1987).
No hay comentarios:
Publicar un comentario