lunes, 24 de febrero de 2020

"¡Ojú, qué lío!"



Tal día como hoy, hace ya 47 años, moría cerca de Madrid Manolo Caracol, el rey de la zambra, cuando se dirigía en el Dodge Dart a su tablao Los Canasteros, en la céntrica calle de Barbieri, como bien se encarga de recordarnos cada año Manuel Bohórquez en El Correo de Andalucía. En ese sentido, escribía Bohórquez  hace justo un año en ese diario que  “la desgracia llegó cuando  casi no se habían repuesto los sevillanos de la pérdida de Pastora Pavón y Pepe Pinto, que murieron en 1969,  ni de la de Niño Ricardo, que lo hizo en 1972".  La “estirpe” de Manuel Ortega Juárez se remonta, al menos que yo sepa, al siglo XVIII, o sea desde su tatarabuelo, Antonio Monge Rivero, casado con María Bara Gallardo y con la que tuvo al menos 7 hijos, gitano, carnicero de profesión y natural de  Cádiz, más conocido como El Planeta, el más antiguo cantaor de flamenco del que se tienen registros, según referencias del malagueño Serafín Estébanez Calderón en su libro “Escenas andaluzas”, publicado en 1847. La figura de El Planeta con la guitarra en la mano (él siempre se acompañaba a la guitarra) ha quedado perpetuada en la única imagen disponible, recogida en el grabado realizado por su contemporáneo Francisco Lameyer. Existe otra referencia suya en un artículo de José Carlos de Luna (ABC, 27 de mayo de 1962) donde lo presentaba como nacido en Málaga y aseguraba que fue quien pagó la llave de plata del cante concedida en el Café Sin Techo de Málaga a Tomás El Nitri. Manolo Caracol fue biznieto de Francisco Fernández Bohigas, más conocido como Curro Dulce, quien además de dominar todos los cantes (en seguidillas no tenía rival) fue puntillero (entonces se decía cachetero) en la plaza de toros de Cádiz, tratante en caballerías, e hijo de Manuel Ortega Fernández, más conocido como Caracol el del Bulto por tener un gran quiste en el cuello; que siendo mozo de espadas de su primo Joselito el Gallo, al llegar a la madrileña estación de Atocha y asustarse por el soplido de vapor que lanzaba la locomotora, la miró y le gritó aquello de “esos cojones en Despeñaperros”. Cuando su hijo Manolo tuvo cierta fama, le acompañaba en sus viajes. Una de sus tareas consistía en liarle cigarrillos y tenérselos preparados en el camerino donde luego recibía a las visitas, las agasajaba, y presumía del buen tabaco que gastaba. Se cuenta que, en cierta ocasión, el padre olvidó liarle los cigarrillos a Manolo. Ante su evidente enfado, su padre le contestó: “Mira Manolito, hijo, no te pongas así, porque en un momento dao yo digo que este tabaco es de contrabando y te detienen”. El apodo de “Caracol” se lo puso Gabriela Ortega Feria, madre de Joselito, su tía, el día que éste tiró al suelo una olla de caracoles. Ella le gritó “¡Anda, caracol!”. En fin, por terminar, se cuenta que un día alguien le preguntó a Manolo Caracol: “Cuando usted muera, ¿qué?”. Y él, tras permanecer un  rato pensativo, contestó: “¡Ojú, qué lío!”.

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