martes, 18 de febrero de 2020

La Transición del miedo



Leo en El País textualmente que “el Gobierno anunció hace unos días que presentará una propuesta de reforma del Código Penal para tipificar como delito la apología del franquismo”. Tarde y mal. Eso se debió llevar a cabo al inicio de la Transición, cuando todavía quedaban asesinos vivos. Pero a la derecha de entonces le interesó echar tierra sobre el asunto, y a la izquierda, correr un tupido velo. Aquí se ha hablado mucho del abrazo entre Carrillo y Fraga en aquel borrón y cuenta nueva que dejó insatisfechas a muchas familias que tenían hermanos, padres y abuelos mal enterrados en cunetas, como el que entierra a un perro. En Alemania y en Italia fueron más valientes. En Alemania, y también cito textualmente, “el Código Penal condena la incitación al odio y a la xenofobia, y la negación del Holocausto, la defensa del nazismo y el uso de símbolos que incluyen desde la exhibición de esvásticas hasta llevar el bigote de Hitler o usar el saludo nazi. En Italia se penaliza la apología del fascismo”. En España nada de eso ha ocurrido. Los soldados de la 250 División de Infantería, enmarcada dentro del Heer, y que participaron en el sitio de Leningrado integrados en el ejército nazi, hasta tienen rótulos en calles españolas. El cadáver de Franco tuvo hasta un sitio privilegiado del Altar Mayor dentro del horroroso mamotreto de Cuelgamuros, muchos militares, responsables de ominosos asesinatos dieron su apellido a nombre de pueblos: verbigracia, Yagüe, al pueblo soriano de San Leonardo; y también a exaltados fascistas, como Quintanilla de Abajo (Valladolid) que  pasó a denominarse Quintanilla de Onésimo, promovido por  la Falange de Valladolid  al considerarlo “mártir” y haber sido el lugar de nacimiento de Onésimo Redondo Ortega, fundador de las JONS. Otros pueblos, en cambio, corrieron peor suerte. Existe un pueblo en la provincia de Toledo al que se le quitó el nombre de Azaña para pasar a denominarse Numancia de la Sagra. El Regimiento Numancia, entonces mandado por el comandante Jesús Velasco, entró en ese pueblo el 19 de octubre de 1936. Los soldados tirotearon el cartel de entrada y, al día siguiente, obligaron al secretario del Ayuntamiento a cambiar el nombre, pese a que el topónimo no hacía referencia al político Manuel Azaña Díaz sino a una noria (azaña o aceña) de agua árabe. Numancia, por el regimiento sublevado, y de la Sagra, por ubicarse en esa comarca toledana. A día de hoy ningún alcalde se ha atrevido a devolverle su genuino nombre.

No hay comentarios: