Hoy encuentro en La
Vanguardia dos artículos, uno complementario del otro, donde se hace
hincapié en la carencia de armonización fiscal en España. Aquí no hay café para
todos, eso está claro, como sería lo deseable. En este país hay competencia
desleal entre territorios que agrava considerablemente el “cabreo nacional”.
Uno de los artículos a los que aludo es de Enric
Juliana; el otro, de Màrius Carol.
Juliana hace referencia al debate territorial, donde aparece un nuevo
protagonista: la España vaciada. Señala en ese sentido: “La cristalización
política de la España interior modifica la discusión (la eterna tensión entre
Madrid y Barcelona, la pervivencia de los fueros vasco-navarros, fueros que
Ciudadanos ha dejado de combatir, puesto que así se lo ha exigido el Partido
Popular para formalizar sendas coaliciones electorales en Navarra -mayo 2019- y
el País Vasco -febrero 2020- o la capacidad de veto de Andalucía, por ser la
autonomía más poblada y la que más diputados aporta al Congreso),
puesto que en un próximo ciclo electoral la proliferación de candidaturas
provinciales al estilo de Teruel Existe podría fragmentar todavía más el
Parlamento. Más que la unidad de España, está en juego la vertebración de
España como consecuencia de una acentuación de las desigualdades sociales y
territoriales”. (…) “En este contexto cobra fuerza el debate sobre el ‘oasis fiscal’ de Madrid. Llaman la
atención estos días las maneras desabridas con que las autoridades locales de
la capital de España afrontan una discusión que les incomoda”. Y Carol, por otro lado, hace referencia a la
ministra de Hacienda, María Jesús
Montero, por declarar que “es
imprescindible una armonización fiscal en España para que el sistema no sea
injusto. No vale que un gobierno baje en Madrid, Andalucía o Murcia los
impuestos y luego los demás que los pagan tengan que cubrir la diferencia de
ingresos”. Y ante este incierto panorama, por un lado el Gobierno anuncia que rebajará “coyunturalmente”
de 35 a 20 el número de peonadas necesarias para poder acceder al subsidio
agrario; por el otro, Pablo Iglesias,
vicepresidente segundo del Gobierno, como si se tratase de un
sindicalista liberado, descorbatado y greñudo, o de un chuleta de autos de choque, que uno ya
no sabe muy bien a qué juega ese político, anima a agricultores y ganaderos a “seguir
apretando”. ¡Pero apretando contra quién? ¿Contra el Gobierno que él vice
preside? Por favor, que alguien me lo explique.
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