viernes, 13 de agosto de 2021

Sobre un cuadro de Pradilla


En agosto de 1878 tuvo un resonado triunfo el cuadro “Doña Juana la Loca”  de Francisco Pradilla en la Exposición Nacional, recibiendo la medalla de honor. A los pocos días, Pradilla recibía el encargo del Senado para realizar otra pintura histórica, siendo  entonces presidente de la Cámara Alta Manuel García Barzanallana, del que existe un retrato al oleo de José María Galván y Candela (hacia 1884) con toga entreabierta donde asoma el Toisón de Oro y la banda de la Orden de Carlos III, actualmente depositado en el Museo del Prado. Con ese motivo, Pradilla marchó a Granada para poder ambientarse, aunque la elaboración final del cuadro tuvo lugar en Roma. El cuadro, ya finalizado, fue enviado al Senado con acompañamiento de una carta fechada el 13 de junio de 1882, donde hacía una pormenorizada descripción del oleo:

“Mi composición –señala el artista- es un segmento de semicírculo, que el ejército cristiano forma desplegado, paralelo a la carretera. En la planta supongo que, en medio del semicírculo, están situados los caballeros, teniendo o guardando en medio a las damas de la reina; ésta, el rey y sus dos hijos mayores están situados delante y en el centro del radio, con los pajes y reyes de armas a los lados. El Rey Chico avanza por la carretera a caballo hasta la presencia de los reyes, haciendo ademán de apearse y pronunciando la sabida frase. El Rey Fernando le contiene. Con Boabdil vienen a pie, según las capitulaciones, los caballeros de su casa. Supongo el diámetro del semicírculo algo oblicuo a la base del cuadro, y esta disposición permite, sin amaneramiento ni esfuerzo alguno, se presenten los tres reyes al espectador como más visibles".

El cuadro es de gran belleza, pero no se ajusta  en rigor a los hechos históricos. Lo cierto fue que las capitulaciones, los documentos de la rendición y sus condiciones, se firmaron en noviembre de 1491. Los Reyes Católicos le dieron a Boabdil un plazo de sesenta días para que abandonase y entregara Granada. Como garantía del cumplimiento, los Reyes Católicos pidieron como rehenes a 600 nazaríes, hijos de los caballeros más destacados de la ciudad. Boabdil adelantó su rendición y comenzó a negociar las capitulaciones definitivas a finales de diciembre. Los rehenes fueron recibidos por Juan de Robles, alcalde de Jerez, el 1 de enero en la ciudad de Santa Fe, quedando a su custodia. Boabdil estaba al límite, ya que su hijo se encontraba cautivo en la fortaleza de Moclín. En aquella noche, Gutierre de Cárdenas, comendador de León, llegaba a la Alhambra y aseguraba militarmente la fortaleza antes de la entrega. Previamente, el ingeniero mudéjar aragonés Muhamad Palacios había creado un canal de acceso al edificio nazarí por detrás de la ciudad, por la zona del Realejo, en lo que en la actualidad es la cuesta del Caidero. Uno de los acuerdos consistía en que la entrada de las tropas católicas no debía soliviantar a la población nazarí. Mientras, los primeros soldados del ejército cristiano se encontraban con Boabdil, que marchaba en una burra, en la Puerta de los Siete Suelos. Pradilla, despistado, ubicó ese encuentro cerca de la ermita de San Sebastián. En la realidad, Isabel I de Castilla mal pudo estar en la entrega de la llave, ya que se encontraba en Armilla, donde esperaba a su marido, Fernando II de Aragón. Allí abandonaron el luto por la reciente muerte de Alonso de Portugal, marido que fue de Isabel de Aragón, hija primogénita de los Reyes Católicos, por matrimonio concertado en el ya lejano año 1479 por el  Tratado de Alcáçovas, que puso fin a la Guerra de Sucesión Castellana. Tras el acto de rendición, Boabdil viajó a Santa Fe, donde se encontraban los rehenes y  esperó a reunirse con su hijo. Más de 700 cautivos cristianos en penoso estado fueron liberados de las mazmorras de la Alhambra y se sumaron a los festejos de los vencedores. El 31de marzo de 1492 se firmó el decreto de expulsión de los judíos. Y a esa diáspora sefardí le siguió el aviso a los musulmanes residentes, a los que se les obligó a tener obediencia al rey y a pagar determinados impuestos. A cambio de esa lealtad y de sus contribuciones a las arcas públicas pudieron conservar oficialmente su religión, aunque se les obligo a llevar un distintivo externo para ser diferenciados, consistente en una media luna azul sobre el hombro derecho. Por suerte, gracias a aquellos que se quedaron, conservamos en España el espléndido Arte Mudéjar.

 

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