En el
Génesis,
capítulo 25, versículos del 19 a 35, se cuenta la historia de los descendientes
de
Abraham y en concreto de su hijo
Isaac, esposo de
Rebeca:
Esaú y
Jacob. Más tarde vendría el problema:
conseguir la primogenitura, para poder suceder a Isaac en el gobierno de las
tribus de Israel y alzarse con el poder absoluto de aquellos nómadas en su
égira por encontrar y asentarse en la tierra prometida. Parece claro que Isaac
sentía preferencia por Esaú, que era un gran cazador. Rebeca, por Jacob, que
era persona tranquila y sedentaria. Un día, Jacob, que tenía vena de
cocinillas, preparó unas lentejas estofadas al estilo de su abuela. Cuando Esaú
regresó a casa cansado por haber estado de
caza con devoción sólo comparable a la borbónica, le pidió a su hermano Jacob
que le diese de comer un poco de su puchero. Tenía hambre calagurritana. Jacob,
que era más listo que el hambre, y nunca mejor dicho, le propuso a su hermano
Esaú ponerle
un plato colmado de
aquellas lentejas a cambio de la primogenitura. Y Esaú aceptó. Así fue como
Jacob consiguió el dominio del pueblo israelita.
Pero, claro, viendo ahora el plato de lentejas
que ofrece el
Restaurante Gente Rara a su distinguida clientela en
el barrio de Jesús, en Zaragoza, después de haber habilitado un garaje y que,
asombrosamente, cuenta con un
“sol” de
Repsol,
y tiene el negocio lleno a diario y con
reservas de comedor hasta el mes de febrero, uno ya no sabe a qué carta
quedarse. Quizás si ese establecimiento ofreciera un cocidito madrileño repicando
en la buhardilla, como cantaba
Pepe
Blanco, no acudiría ni dios para degustarlo, pese a que
Gregorio
Marañón dijera que el cocido salvó a más gente que la penicilina, y que en los años 40 cada frasco inyectable se pagaba a precio de oro y sólo podía
“pillarse” de extranjis gracias a los limpiabotas de algunas cafeterías de la
Gran Vía de Madrid. El "sol" de Repsol sólo tuesta la piel de los horteras cuando les llega la dolorosa. Sarna con gusto...
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