Delirio proviene del
latín de-lirare, “salir del surco al
labrar la tierra”. Ello viene a cuento con la estupidez humana, que puede llegar
hasta límites insospechados, como sucede en la gran novela cervantina, capaz de
conseguir hacer reír al niño, pensar al joven y llorar al viejo. Hoy leo en la
prensa que ha sido condenado en Teruel un tipo por robar documentos para ser
reconocido caballero de Primera Clase en
la Orden de Malta, creada en Jerusalén en 1048 con la fundación de un hospital
para peregrinos por comerciantes amalfitanos durante las cruzadas; y que,
además, sus miembros llevaron a cabo acciones militares contra árabes y turcos
en defensa de la religión cristiana. El reconocimiento internacional de la
Orden de Malta y de los caballeros que la componen a día de hoy no es más que
la huella pintoresca de una gloria antigua. Según señala Heraldo de Aragón, un valenciano de origen turolense de 39 años de
edad sustrajo del Archivo Histórico Diocesano
de Teruel, según cuenta ese diario por evitar ser descubierto en las
irregularidades advertidas por el fiscal de esa orden religiosa en el
expediente incoado a su instancia para lograr un ascenso”. El ahora penado por
la Justicia
pertenecía a Orden de Malta como caballero de Gracia y Devoción, pero pretendía ascender en el escalafón y ser
reconocido como caballero de Honor y
Devoción. Para su consecución, éste debía probar su
nobleza, linaje y cristiandad a través de su árbol genealógico. Es decir, pasar
de la Segunda clase (compuesta por caballeros
y damas de honor y devoción en obediencia, de gracia y devoción en obediencia y de gracia magistral en obediencia) a la Primera clase (caballeros de justicia, entre quienes
se escoge el Gran maestre, y por los capellanes
conventuales). Pero la condena de los Juzgados de Teruel impuesta a ese “iluminado”
de dos años de cárcel han sido debidos a haberse probado que “el autor se apropió
del Libro II de las de las Partidas Sacramentales de la parroquia turolense de
Barrachina (1693-1774) y de arrancar los folios correspondientes a cuatro
partidas de bautismo y matrimonio de sus antepasados de los libros III y IV de
esa misma parroquia y del Libro III de la parroquia de Villarejo de Olmos
(pedanía de Calamocha desde 1971), además de esa condena, se le obliga a tener
que responder con una indemnización de 12.000 euros al Obispado de
Teruel-Albarracín por los daños causados en los archivos de esa diócesis.”. El
resultado final que perseguía el individuo con ese “ascenso” fue negativo. El
perito de la Orden de Malta que revisó el linaje del acusado “concluyó que
todas las pruebas presentadas a partir del sexto tatarabuelo eran falsas, ya
que su sexto abuelo (sic) no fue administrador de la Real Renta del Tabaco de
la ciudad de Mula (Murcia), sino un vecino de Barrachina”. Su gozo en un pozo.
Aprovecho para aclarar que durante los siglos XVII
y XVIII se instauró el estanco del tabaco en España, reservándose el Estado, a
través de distintas modalidades, las rentas generadas por el comercio del
tabaco, convirtiéndose en una gran fuente de financiación de la hacienda
pública, hasta la incorporación de España a la Unión Europea, que supuso la
extinción del monopolio de fabricación, importación y distribución de labores
de tabaco y su liberalización definitiva, con excepción de la venta minorista a
través de las expendedurías de tabaco y timbre del Estado. Como dijo Rafael El Gallo el día que José María de Cossío le presentó en un
hotel al filósofo Ortega: “¡Hay gente pa tó!”.
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